lunes, 24 de abril de 2006

De siglas va el viaje - NYC & DC: Tercera parte

Ahí va la tercera y última crónica del viaje a NYC y Washington DC...

Martes 4 de abril
Desayunamos tranquilamente en el hotel, hacemos el check-out y salimos a coger un taxi. De la nada, aparece alguien con un coche muuuuuuy chulo (el típico Lincoln con tapicería de cuero), diciendo que es un taxi, pero desde el hotel de al lado un taxista -de verdad- le grita al conductor del coche chulapo y nos dice que no es un taxi de verdad, que cobra más a los clientes porque es una limusina (aunque corta) y que encima es ilegal y blablabla. Total, que compartimos este taxi con una chica que va a una convención, ya que según la normativa de taxis en Washington esto se puede hacer siempre que los dos destinos no estén separados más de cinco kilómetros o algo así... jejejeje. Finalmente, llegamos a la estación de bus antes de tiempo, así que intentamos subirnos al bus que salía una horita antes que el nuestro, pero nos dicen que si queremos hacer eso tenemos que pagar 10$ por el cambio de billete. ¡Sí hombre! Así que nada, a esperar, que la economía ya está más que sumergida a estas alturas :D Finalmente, a la hora que indica nuestro billete, subimos al bus y nos vamos directamente y sin problemas a NYC. El viaje no se hace nada pesado y además nos ponen una peliculita muy chorra pero bastante divertida (del Ben Stiller con la Drew Barrimore), así que se pasa más rápido todavía.

A las 15h, llegamos puntualmente a NYC. Vamos andando hasta el hotel (son unas pocas callejuelas que tenemos que subir, ya que la estación de buses está muy cerquita). Hacemos el check-in otra vez y subimos a la habitación a dejar nuestras cosas. Se nota que sólo nos quedamos un par de noches, porque nos han dado la habitación más pequeña de todas, :((( En fin... Para alegrarnos (excusas, excusas) vamos al tkts de Times Square y compramos dos entradas al 50% de descuento para ver The Phantom of the Opera a las 19h, porque nosotros lo valemos. Yeeeeeeeeeeey. Y mirad, mirad cuántos carteles de musicales y obras de teatro hay en Times Square, es impresionante (esta foto está tomada el día siguiente, por eso no os extrañéis si veis nieve, jejejeje):

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Entre unas cosas y otras se nos ha hecho tarde y no hemos comido nada, así que decidimos ir a un Yoshinoya, una cadena de comida rápida japonesa, a tomarnos uno de sus famosos gyudon (podéis ver la receta de un gyudon rico rico de verdad en http://japonismo.com), que es un bol de arroz con ternera y cebolla, tipiquísimo japonés, que resulta ser bastante decepcionante... ¡a nosotros nos sale más rico! ^_^...

Al salir, paseamos un poco por las avenidas 8 y 9, donde descubrimos una Nueva York muy "pueblerina", con tiendas viejísimas de esas típicas de barrio o de pueblo, mucho inmigrante con sus restaurantes especializados pero muuuuuuy cutres, en fin, otro mundo justo detrás de la brillante Times Square. Bajamos tranquilamente hasta llegar a la tienda de fotografía preferida de Luis, B&H Photo Store, la más grande del mundo!!!... Entramos, damos una vuelta, trasteamos, miramos trípodes, rótulas de bola, pero no compramos nada. ^_^

Al rato, subimos al hotel, nos cambiamos y arreglamos (el Fantasma es un musical serio y hay que ir guapetones jejejejeje) y... ¡Al teatro! Ahí nos sentamos al lado de dos señoras británicas con las que habíamos coincidido un día por la mañana, a la hora de desayunar, en un bar de Times Square. Ellas se acuerdan de nosotros y nos preguntan que qué tal, que de dónde somos, etc... ¡qué casualidad! Por cierto, las entradas del Fantasma brutales... lo vemos desde muy cerquita, pero con un poco de altura, de manera que la visión es fantástica... ¡y vaya lámpara! ¡vaya decorado! ¡vaya escenario! Es todo enooooooooooooooorme, incréible, fantástico y maravilloso, ^_^.

Miércoles 5 de abril
Nos levantamos tardecito, ¡estamos cansadooooooos! Jejejeje... pero hoy es un día dedicado a las compras, queremos ir a la librería japonesa Kinokuniya, que está muy cerquita de nuestro hotel, justo en el complejo de edificios del Rockefeller Center. El día ha amanecido nublado, aunque no hace mucho frío pero nadie se esperaba lo que llega justo después de tomarnos un café en una cafetería de la zona: ¡está nevando! ¡Y venga nieve y más nieve y más nieve! A ratos los copos son grandotes, a ratos los copos son más pequeños… ¡pero qué sorpresa! Todo el mundo comenta lo raro que es, sobre todo teniendo en cuenta los días maravillosos que nos ha hecho (con sol, nada de nubes y temperatura más que agradables), pero nieva y nieva y nieva más hasta por la tarde… ¡unas cuantas horitas!

En fin, nosotros corremos de la cafetería a la librería y allí nos quedamos muuuuucho rato, viendo nevar y sentados en unos bancos especiales que tienen, hojeando varios libros y revistas. Al final compramos un montón de libros sobre la sociedad japonesa y de cocina, alguna revista con un especial sobre geishas… bueno, lo típico, que nos gastamos la pasta que da gloria verlo. No encontramos un libro para nuestro amigo Jesús, así que vamos a la cercana librería Barnes & Noble y ahí sí lo pillamos (Physics of Star Trek, será friki el tío! :DDDD)

Y sigue nevando… Así que vamos al hotel a dejar las cosas y de paso, a cambiarnos de ropa (Lau iba en minifalda la pobre, ¡el primer día que se pone minifalda y nieva sin previo aviso!) y ale, nos acercamos a Times Square, a hacernos alguna foto bajo la nieve, jejejeje. Aquí tenéis a Lau, toda preparada para la ocasión:

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Ya que estamos en Times Square, y ya que estamos hechos polvo, y que está cayendo una buena, nos acercamos a las ventanillas de tkts y caemos en la tentación de comprar entradas para un último musical: The Producers, esta vez en la sesión matineé (si es para resguardarnos de la nieve, hombre, que no es porque tengamos mucho vicio con los musicales ^_^…) Así que damos una vuelta tranquilamente por la zona, comemos algo y al teatro… ¡Qué divertido es este musical! Si ya nos reímos con la película, verlo en directo fue brutalmente divertido… ¡no paramos de reír en ningún momento! Y sobre todo con las fantásticas entradas que tenemos, desde la mezzanine o anfiteatro, que te da una perspectiva fantástica de todo el profundo decorado. Como curiosidad, el actor que hacía el papel de Roger DeBris (el nombre ya es una coña, porque es un director desastroso), es el mismo que el del reparto original, que ganó el Tony (el Oscar teatral) y que además hace el mismo papel en la reciente versión cinematográfica (que lamentablemente sólo duró dos semanitas en las carteleras españolas).

Al salir, paseamos otra vez por la zona, mirando tiendecitas y comprando cositas de Broadway… hasta que fue la hora de cenar algo: comimos una especie de kebab (un gyros, para ser precisos) y ale, a descansar, viendo un programita en la tela que nos ha enganchado "Top Chef", una especie de Gran Hermano para cocineros, pero en el que no sale nada de la convivencia, sino sólo los retos gastronómicos que les ponen y cómo los resuelven. No veáis cómo engancha!

Jueves 6 de abril

Después de hacer el check out y organizarlo todo para coger un bus-taxi directamente desde el hotel al aeropuerto, vamos a pasear por la zona más pija de la Quinta Avenida, desde Central Park hacia el sur. Y bueno, ya os podéis imaginar, que si Tiffany’s, que si Dolce & Gabanna, que si Donna Karan, que si Giorgio Armani, que si Gucci, que si Versace, que si Prada, que si Valentino… En fin, no hemos visto más pijerío en toda nuestra vida (ni tiendas más grandes, de hasta tres pisos, más vacías :P)

Hace un día espléndido y se pasea maravillosamente bien por la Quinta Avenida, de manera que empezamos a andar, pensando que pronto encontraremos una boca de metro, pero al final... ¡Cruzamos todo el Midtown! Pasamos el Rockefeller Center, la biblioteca pública, el Empire State Building… y nos damos cuenta de que hemos andado demasiado cuando llegamos a uno de los edificios más famosos de la ciudad, el Flatiron (que en nuestra guía ya sale en el mapa de downtown, ¡no midtown! Este edificio, construido en 1902, es famoso por su extraña forma triangular… mirad, mirad (es el del fondo a la derecha, que la del primer plano no es extraña! :P):

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Cansados de tanto andar, cogemos el metro y nos acercamos al Soho, concretamente al Apple Store, a comprarnos un iPod nano para Laura, que la pobre pasa muchas horas en el transporte público, y así se le hará un poco menos duro. Trasteamos un poco en la tienda (nos conectamos a Internet, vemos el correo, etc.) y finalmente paramos a tomar algo en un Starbucks y así probar el trasto que acabamos de comprar.

Damos una vueltecita por el Soho, paramos en un restaurante mexicano a comer y de vuelta al hotel en metro, donde recogemos las maletas y esperamos a la furgo que nos llevará, junto con cuatro personas más, al aeropuerto. Llegamos al JFK con tiempo de sobra, hacemos el check-in sin tener que esperar, tampoco hay colas para el control de equipajes... ¡es fantástico! La razón es que la terminal (que no el aeropuerto, que tiene un montón de terminales) es bastante pequeña, de manera que no tienes que esperar mucho para hacer todos los trámites… Con puntualidad, embarcamos con la agradable sorpresa de ver que el chico del check-in había hecho bien su trabajo y nos había puesto en salida de emergencia (así Luis puede estirar las piernas) y ale… ¡a volar! Intentamos dormir, pues se supone que es un vuelo “nocturno”, aunque ninguno de los dos podemos y acabamos viendo la película “Walk the line”… tomamos algo, comemos… y unas cuantas horas después aterrizamos en el satélite de la T4 de Barajas… Cansadísimos, pero muy contentos: ha sido un viaje espectacular.

Nos han quedado muchas cosas por ver y por hacer, tanto en NYC como en DC, así que la conclusión del viaje es que... ¡habrá que volver! :))))))

Besiñus
Lau y Luis

De siglas va el viaje - NYC & DC: Segunda Parte

¡Sigue la crónica de nuestras aventuras por tierras estadounidenses! Jejejejejejeje.... Ahí va la segunda parte, ¡esperamos que la disfrutéis! ^_^

Viernes 31 de marzo
Después de desayunar en un café de Times Square, cogemos las maletas, hacemos el check-out y nos vamos a la estación de autobuses. Allí, pasamos el control de seguridad (esta gente está obsesionada, porque el control no es tan exhaustivo, pero hasta aquí te hacen un control!) y con unos 15 minutos de retraso, nuestro autocar de la Greyhound, medio vacío, empieza su camino hacia Washington DC. Interesante comentar el cartel que había en la estación, recomendando a todos los pasajeros que utilizaran etiquetas identificativas en las maletas porque si no la ley no les permite a los de la Greyhound abrir la maleta para inspeccionarla, ¡toma ya! En fin… el viaje es interesante, son las diez de la mañana así que podemos ver bien las vistas, la masa de industrias que hay a las afueras de New Jersey, los ríos enormes y bosques… Aquí tenéis a Luis con el bus molón de la Greyhound:

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A medio camino paramos en una área de servicio porque hay un problema con el sistema de aire acondicionado y el conductor necesita parar el trasto y encenderlo otra vez para ver si puede arrancarlo bien esta vez. La parada nos viene bien, sinceramente, ya que salir aunque sea 10 minutos al baño y estirar las piernas te ayuda a hacer el viaje más corto. Pero el sistema de refrigeración sigue sin funcionar… A las 14h vemos que entramos en Baltimore y vamos directos a la terminal de buses de la Greyhound en la ciudad para ver si podemos cambiar de autocar, aunque realmente nos quedan sólo unos 40 minutos de trayecto. Después de unos minutos, nos dicen que no es posible cambiar así que en un semáforo al conductor se le enciende la bombilla y abre una de las trampillas de ventilación del techo, animando a algún chico alto de la parte trasera a que abra la otra y… ¡clamor popular! Lo que hace sudar como pollos todos juntos, respirar y compartir el poco aire que tenemos, risas, alegría, jolgorio… Como corre un poco de aire, la cosa se hace más llevadera y en poco rato llegamos a Washington DC.

Al llegar a DC, vamos a coger un taxi, pero no lo tenemos muy claro, porque después de que en NY sean todos amarillitos, aquí cada uno es de su padre y de su madre, y no estamos seguros de cuál será legal y cuál no. Finalmente cogemos uno cualquiera, ya que el taxista parecía majo… ¡pero vaya taxista! Muy cachondo el tío, nos cuenta chistes, se sulfura con la nueva ley de inmigración que quieren implantar los políticos, nos explica cosas de la ciudad, en fin, es todo un elemento y lo pasamos estupendamente. En unos minutos, llegamos al hotel que no tiene taaaaaan mala pinta como nos hacían suponer algunos comentarios en Internet, ¡menos mal! Eso sí, subir las maletas hasta la cuarta planta (el ascensor es decorativo, ^_^) es una putada. Es tardecito, así que entramos en un burger cercano a comer y después paseamos tranquilamente por la ciudad, para empezar a hacernos a ella.

Llegamos rápidamente a uno de los edificios más conocidos del mundo, la Casa Blanca. Como consecuencia de los atentados del 11-S, actualmente es imposible visitar la Casa Blanca, así que lo máximo que puedes hacer es verla desde fuera (y suspirar diciendo, “pues no es tan grande”, esta vez la frase solía correr a cargo de Luis :P), intentar mirar a ver si ves a alguien por las ventanas (“Luis, prueba con tu objetivo nuevo, jejejeje”) y ver a la gente que todos los días se manifiesta delante de la misma (algunos hasta duermen ahí). Como hemos dicho, parece pequeña, pero la verdad es que esta famosa mansión tiene 132 habitaciones (¡casi nada!) y es interesante contaros que en su origen el “Palacio Presidencial” (así es como se llamaba antes) no era blanco… ¡no! ^_^ No fue hasta que los británicos quemaron el edificio en la guerra de 1812, cuando se restauró y pintó; y por ello fue Roosevelt quien oficialmente le dio el nombre de “White House”. En fin… damos la vuelta para verla por detrás y ver así el jardín trasero conocido como Ellipse, al que si se puede entrar haciendo unas gestiones previas. Fotito de la casa más conocida del mundo:

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Desde ahí estamos al ladito del grandioso parque llamado National Mall con el Washington Monument en el centro (el obelisco este tan conocido con el que juguetean los marcianos en “Mars Attack”). Como hace un día espléndido y quizá mañana llueva (según las predicciones que hemos visto por la tele), decidimos ir al Tidal Basin, alrededor del cual están plantados un montón de cerezos (la mayoría son del tipo Yoshino –de flor blanca– y Akebono– de flor rosadita–) que fueron donados por el gobierno japonés en 1912. Desde entonces, a finales de marzo se celebra todos los años el “National Cherry Blossom Festival” (Festival nacional de los cerezos en flor), que atrae a más de 100.000 turistas, entre ellos nosotros. Y es que hemos tenido mucha suerte, porque llegamos justo durante el festival y los cerezos están en su máximo esplendor, las flores están estupendas y absolutamente todo Washington DC está ahí, paseando, descansando, tomando algo y haciendo fotos… ¡Nosotros también! Es tan bonito que nos dejamos llevar por la emoción y acabamos dando la vuelta al Tidal Basin, ¡la vuelta entera! Por ello, tenemos la ocasión de ver el Thomas Jefferson Memorial, que honra al tercer presidente de los EEUU, un hombre de tendencias políticas muy filosóficas que fue uno de los escritores del borrador de la Declaración de Independencia y fundador de la Universidad de Virginia. Este memorial, que muchos llaman por su forma redondeada “la magdalena Jefferson”, tiene en su interior extractos de los escritos de Jefferson. Aquí nos tenéis en pleno Tidal Basin, rodeados de cerezos en flor:

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También gracias a nuestro paseo por el Tidal Basin, vemos el Franklin Delano Roosevelt Memorial. Es importante recalcar que FDR no quería un memorial grandioso como éste; de hecho, durante su presidencia dejó bien claro que si alguna vez le hacían un memorial, quería que fueras una pequeña piedra del tamaño de la mesa que utilizaba, y que llevara simplemente la inscripción “In memory of Franklin Delano Roosevelt”, y que estuviera situada en un pequeño jardincito que hay en el edificio de los Archivos Nacionales. Y aunque su deseo se hizo realidad, en 1997 se inauguró este segundo (y mucho más majestuoso) memorial, ya que muchos creían que una “simple piedra” no era suficiente. Este memorial está compuesto de cuatro partes, que narran a partir de inscripciones en la piedra, sus cuatro mandatos como presidente, salpicado de pequeñas cascadas y alguna que otra escultura en bronce. No es tan sólo un memorial, es una explicación de la historia del 32º presidente de los EEUU. Además, tenemos la suerte de verlo cuando empieza a caer el sol y la iluminación del mismo comienza a hacerse más visible, ¡precioso! Y para que lo veáis, una foto, ale:
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Seguidamente, aunque el sol ya ha caído hace rato, decidimos seguir paseando por el National Mall e ir en dirección al monumental Lincoln Memorial, otro majestuoso memorial (finalizado en 1922) dedicado al autor de la Proclamación de Emancipación. Sin embargo, éste monumento se ha convertido, además, en un símbolo del movimiento para los derechos civiles, sobre todo gracias al famosísimo discurso “I have a dream” de Martin Luther King Jr en 1963. Diseñado por Henry Bacon para parecerse a un templo dórico (¡la brasa que me dio Luis durante todo el viaje diciendo “mira, esto son columnas dóricas”, “éstas son jónicas”, “éstas son corintias”! Jajajaja), el memorial cuenta con 36 columnas que simbolizan los 36 estados de la Unión en tiempo de Lincoln. Más impresionante si cabe es la inmensa escultura de Lincoln, sentado y majestuoso (obra de Daniel French), que se encuentra en su interior. Ahí, un fotógrafo saluda a Luis como “fellow canoner” que es y empiezan a hablar, el chico, que resulta que es profesional y tiene una cámara todavía mejor que la de Luis le comenta que si ha probado alguna vez un ojo de pez (un objetivo que tiene un ángulo de visión de 180 grados y que hace que las líneas rectas queden deformadas), y claro, Luis que no lo ha probado, se le cae la baba, pero más todavía cuando el fotógrafo le dice que si quiere probarlo! Así que Luis, más contento que un niño con zapatos nuevos, hace un par de fotitos con dicho objetivo... En fin… Cosa de fotógrafos y de estadounidenses, que una vez más, entablan conversación con una facilidad brutal… Es genial. Aquí tenéis a Lincoln, majestuoso:
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Salimos del Lincoln Memorial y vamos paralelamente a la reflecting pool –un pequeño estanque alargado que refleja tanto el memorial a Lincoln como el monumento a Washington– hasta llegar al grandioso National World War II Memorial (memorial nacional de la Segunda Guerra Mundial), un memorial muy nuevo (fue inaugurado en el Memorial Day de 2004) para honrar a los 16 millones de soldados que sirvieron durante la 2º GM, a todos los soldados caídos en esa guerra y a los millones de estadounidenses que apoyaron la guerra desde sus casas. El memorial tiene su eje central en la llamada Rainbow Pool (piscina de arco iris), que está flanqueada por dos grandes arcos (el del Atlántico y el del Pacífico), que simbolizan la victoria en ambos frentes. Además, a su alrededor hay 56 pilares de granito (uno par cada estado y territorio, además del Distrito de Columbia) cada uno con una corona de flores en bronce. Para conmemorar a los 400.000 estadounidenses que perdieron la vida en esta guerra, se alzó el Freedom Wall (muro de la libertad) donde brillan 4.000 estrellas doradas (símbolo que lucen las madres que han perdido a sus hijos en la guerra). El memorial quiere claramente enfatizar la unidad sin precedentes de la nación durante la guerra, para inspirar así más nacionalismo en las generaciones venideras, que sobre todo con todo el tema de Irak no están tan unidos como antaño.

Ya es tarde y estamos cansados de tanto andar, así que subimos por la calle 17 (que pasa al lado de la Casa Blanca) y vemos una recepción de lujo lujazo con gente vestida de noche (otros vestidos con trajes típicos de varios países africanos) y con joyas y peinados de lo más elegantes en el edificio de las Daughters of the American Revolution, una organización de mujeres voluntarias dedicada a la promoción del patriotismo y a la preservación de la historia americana.

Al lado, vemos el magnífico edificio que sirve de Museo de la Cruz Roja (como no, de estilo neoclásico) y a unos cuantos metros, el Old Executive Office Building, nombrado por Truman como “la mayor monstruosidad de América” o por Hoover como “una orgía arquitectónica”. Fueron tantas las críticas a su diseño, que el arquitecto se suicidó dos años después de su finalización… ¡Pobre hombre!

En Lafayette Square, nos paramos un rato para ver la Casa Blanca de noche y hacer alguna otra foto, ^_^. De camino al hotel, nos compramos unos wraps y unas bebidas y ale, ¡a descansar! Y es que el centro de Washington cierra sus puertas muy temprano… hemos visto en un horario de un Starbucks que los de la zona cierran a las 19h!!!! Increíble…

Sábado 1 de abril
Después de desayunar bagels, donuts, café y zumito en el hotel (sí, gratis, ^_^) y hablar con una pareja australiana que de casualidad vino en el mismo autocar que nosotros y también se hospedan en el mismo hotel, salimos y vamos andando tranquilamente al National Mall, pero hoy queremos ir hacia el otro extremo, donde está el Capitolio, el edificio que se ha convertido en el centro político del gobierno estadounidense (y también centro geográfico de la ciudad, ^_^). El edificio es monumental y la vista de todo el Mall, con el Washington Monument en el centro (la Casa Blanca a un lado y el Tidal Basin al otro) y el Lincoln Memorial al final del todo es espectacular, ^_^. La decisión de emplazarlo ahí fue tomada en 1791 y en 1793 George Washington puso la primera piedra para su construcción. Sin embargo, en 1814 los británicos quemaron el edificio (básicamente es que no dejaron nada en pie en Washington jejeje), así que no fue hasta 1855 cuando se alzó la actual cúpula, se añadieron las alas para la Cámara y el Senado y finalmente, en 1863, se irguió la escultura Freedom (libertad) en la cima del edificio. Actualmente, cuando hay sesión en la Cámara de Representantes (ala sur) o en el Senado (ala norte) se iza una bandera encima del ala en cuestión… Aquí tenéis una foto del famoso Capitolio:

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Como entre unas cosas y otras ya son las diez de la mañana, queremos ir directamente a uno de los museos de la Institución Smithsonian. Esta institución, una de las atracciones más importantes de DC, tiene 14 museos y un parque zoológico, además de una colección artística, científica y demás demasiado grande para ponerla toda en exposición. Debe su existencia a una herencia de 1826 de un químico británico que nunca estuvo en los EEUU, pero que por algún motivo desconocido escribió en su testamento que si su heredero moría sin tener hijos, todo su dinero sería destinado a los EEUU para que se fundara una institución que llevara su nombre, “para mejorar y difundir el conocimiento entre los hombres”. Naturalmente, no fue fácil aceptar dicho “regalo”, hubo muchas críticas, mucha gente en contra, etc., pero finalmente en 1846, el Congreso decidió aceptar la oferta y utilizarla para construir un museo y un centro de investigación, semilla de lo que hoy en día es la Institución.

El museo que elegimos para hoy es uno de los más espectaculares que hay, el National Air and Space Museum (museo del aire y del espacio), frecuentemente mencionado en Star Trek :D, donde vemos y aprendemos una barbaridad de cosas y Luis disfruta como un auténtico niño pequeño. Empezamos por el ala de viaje espacial, donde vemos las cápsulas de la Gemini, de la Mercurio, el módulo Eagle con el que se alunizó por vez primera, el módulo de mando del Apolo 11 acoplado con la soviética Soyuz, el Skylab, el Hubble (un modelo de prueba a escala real que se utilizó antes de lanzar el que ahora está en órbita), una V2 alemana (bomba volante), que en realidad es un conjunto de piezas de varias V2 sueltas que los ingenieros y científicos del Smithsonian cogieron para replicar una V2 completa y hacer pruebas de vuelo, de ahí que esté pintada a franjas blancas y negras, para poder ver mejor la trayectoria que seguía, ya que las V2 originales solían ir pintadas de camuflaje, cruzamos por el interior del cockpit de un DC-7, diferentes trajes espaciales estadounidenses y soviéticos, un especial explicativo sobre el Apolo y la expedición lunar, otro sobre cómo es posible volar, prototipos de aviones supersónicos… y podríamos seguir y seguir y seguir y seguir y seguir. Además, vamos a ver una película en 3D en el IMAX que hay dentro del museo, titulada “Maginificent Desolation”, narrada por Tom Hanks y que explica la llegada a la luna. Echamos un vistazo rápido al otro ala del museo (aviación civil), para ver el Flyer de los hermanos Wright o el Spirit of Saint Louis de Lindbergh y decidimos volver al día siguiente para verlo con calma, ya que tenemos billete para coger el bus que conecta este museo con el segundo museo del National Air and Space, el Steven F Udvar-Hazy Center, situado al lado del aeropuerto internacional de Washington, en Dulles, y que se abrió en 2003 gracias a la generosa contribución del hombre que dio nombre al museo (ni más ni menos que 66 millones de dólares!). Aquí tenéis una de las miiiiiiiiil fotos que tenemos del primer museo del Air & Space. ¿Sabéis qué es?:

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Una hora después, llegamos al museo, comemos algo y ale, a ver más aviones antiguos, modernos, espaciales, comerciales, militares y demás en un museo que es un antiguo hangar enoooorme con una torre de control real reconvertida en un pequeño centro explicativo de cómo funciona un aeropuerto (te explican desde las señales del aeropuerto hasta el trabajo de los controladores) y además puedes ver desde muy cerca cómo aterrizan los aviones en el aeropuerto. Muy interesante. Y otra anécdota de esa facilidad increíble que tienen los estadounidenses para entablar conversación, tanto en la cola del ascensor para subir a la torre, como dentro del mismo ascensor, nos han empezado a hablar, sobre todo por la cámara y el nuevo objetivo de Luis, que naturalmente llaman mucho la atención. Más cosas, éste museo está todavía mejor montado que el otro, con pasarelas a diferentes niveles por todo el hangar que te dan la posibilidad de ver un mismo avión desde diferentes perspectivas, etc. Entre las “joyas” está el Enterprise, la lanzadera espacial de prueba que fue la precursora de las Columbia, Discovery, Endeavour, etc., el Enola Gay (que lanzó la bomba atómica en Hiroshima), un SR-71 Blackbird, un Concorde de Air France… Es simplemente alucinante, podríamos pasarnos horas ahí viendo todos los aviones, helicópteros y demás exposiciones (comida para astronautas, trajes, gafas, motores, etc.) y leyendo las magníficas explicaciones que hay para absolutamente todo, es increíble. Aquí tenéis una mini-panorámica del hangar sur del segundo museo, alucinante:

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Cuando ya cierra el museo, cogemos el bus de vuelta al centro de Washington DC (nos deja justo enfrente del Air & Space, a un lado del National Mall) y aunque cansados, decidimos ir paseando tranquilamente por el centro del National Mall hasta llegar al Washington Monument, donde nos sentamos a descansar y ver el tiempo pasar, ^_^. Y va, ya que siempre hablamos del Washington Monument, quizá sería el momento de explicaros un poco sobre el mismo, ¿no? Bueno, pues este enorme obelisco que honra al primer presidente del país (y que dio nombre a la ciudad), mide 555 pies (más o menos unos 166 metros) y es por ley federal la estructura más alta de DC. Actualmente, el obelisco está rodeado por un montón de enormes banderas estadounidenses, lo que le da al lugar una profunda huella patriótica. Aquí una foto nocturna del Memorial de la Segunda Guerra Mundial y el Washington Monument de noche:

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Aprovechamos que estamos bien cómodos para sacar el trípode y Luis se dedica a hacer algunas fotos nocturnas de todo lo que puede y más. Su afán fotográfico puede a nuestro cansancio, así que nos vamos al Memorial de la Segunda Guerra Mundial para hacer más fotos nocturnas con el trípode. ¡Y qué fotos más bonitas! Ahí nos sentamos otro ratito, esperando a que empiecen los fuegos artificiales en honor al National Cherry Blossom Festival (Festival nacional de los cerezos en flor). Pensamos que serían más cerca, pero al final los tiran desde bastante más lejos y lo vemos muy pequeño (pero estábamos demasiado cansados para andar los kilómetros necesarios). Además, ¡duran poco más de 10 minutos! Vaya rollo de fuegos artificiales, oye… muy bonitos y espectaculares, sobre todo la traca final, que es de lo más espectacular que hemos visto, eso sí, ¡pero demasiado poco! En fin… después de eso, volvemos al hotel a descansar y a dormir…

Domingo 2 de abril
Queremos visitar una exposición en la National Geographic, sobre una geisha y sus quimonos, pero como hoy es domingo y no abren hasta las10h (y según nuestros relojes son las 9h, recordad esta información más adelante), decidimos coger el metro e ir hasta la entrada del pequeño Chinatown de DC, conocido por tener el Friendship Arch (arco de la amistad), el más grande del mundo en su clase, construido gracias a la colaboración entre el gobierno de la ciudad y la ciudad hermanada Beijing (Pekín, para entendernos).

A continuación, vemos la MLK Memorial Library, que a pesar de ser la única obra en Washington de un arquitecto de renombre, Mies van der Rohe, no tiene absolutamente nada de especial, qué queréis que os digamos. Seguimos turisteando para ver el Navy Memorial (que nos lo hemos encontrado de casualidad :P) y el FDR Memorial original, situado, como él quería, al ladito de los National Archives (archivos nacionales), un enorme edificio de estilo neoclásico donde se guardan los tres documentos originales sobre los que se basa el gobierno de los EEUU: la Declaración de Independencia, la Constitución y la Carta de Derechos. Aquí tenéis a Luis con el pequeño memorial a FDR:

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Además, nos sentamos muy cerquita del FBI, ¡Mulder! ¡Scully! Pues parece que no están… ^_^ Este edificio horroroso arquitectónicamente hablando, parece impenetrable (aunque antes del 11-S hasta se organizaban visitas guiadas todos los días, jo…).

Paseamos tranquilamente por el downtown hasta llegar al National Air & Space Museumotra vez, ya que ayer nos faltó tiempo para verlo entero. Empezamos entrando en el Planetarium para ver una exposición del universo y seguidamente salimos y nos dedicamos en cuerpo y alma a las dos plantas del museo dedicadas a la aviación civil y al especial sobre la 2ª GM. Ahí, además de los aviones, vemos exposiciones explicativas de lo más interesantes sobre los comienzos de la aviación, el funcionamiento de un motor, trajes y aviones de las guerras mundiales, organización de las batallas, etc. Es interesante ver aviones de los comienzos de la aviación, además del de los hermanos Wright, el que cruzó por primera vez el Canal de la Mancha, etc. También hay aviones clásicos de las potencias implicadas en la 1ª GM, con menciones especiales al Barón Rojo, y luego, en la parte relacionada con la 2ª GM, una réplica del puente del Enterprise (esta vez el portaaviones, llamado “Big E” durante la contienda, y que participó en todas las batallas del Pacífico con un gran historial de victorias) y aviones clásicos como el Zero japonés, el Messersmicht alemán, o el Spitfire británico, todos ellos preciosos. Aquí tenéis a Lau, aprendiendo a manejar un portaviones (Luis consiguió aterrizar un avión sin problemas, ¡uau!):

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Después de horas paseando por el museo, vamos a comer y aunque muy cansados, decidimos coger el metro e irnos al cementerio más famoso del mundo, el Arlington National Cemetery. En una extensión de 612 acres hay unas 300.000 tumbas de soldados (sin contar las de sus familiares, que también están!), todas con lápidas blancas de medio metro de alto o así… Es impresionante. Paseamos por el cementerio y vemos primero las tumbas de la familia Kennedy (JFK y Jackie). Hay demasiada gente turisteando (¡en un cementerio! No me digáis que no es sorprendente…), así que nos alejamos un poco, salimos un segundín del cementerio y vamos en dirección al US Marine Corps Memorial, que es una escultura que replica la archiconocida foto de Joe Rosenthal de un grupo de marines colocando la bandera americana en la isla de Iwo Jima, que fue uno de los mataderos más conocidos durante la Guerra del Pacífico, y es simplemente alucinante –aunque está en obras, ya que están remodelando todo el suelo. Aquí lo tenéis:

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Descansamos una hora tumbados en el césped del parque del US Marine Corps Memorial (¡está a tope de gente aprovechando el magnífico día!), ¡estamos cansadísimos! Fuera zapatos, fuera calcetines, venga masajitos… Además, desde ahí se ve a lo lejos el Lincoln Memorial, el Washington Monument y el Capitolio, alineados uno detrás del otro a lo largo del National Mall… ¡precioso!

Pero hay que seguir, así que al cabo de un rato, volvemos al cementerio y vamos a ver uno de los highlights del cementerio, la conocida como Tomb of the Unknown Soldier (tumba del soldado desconocido), que realmente se llama Tomb of the Unknows (tumba de los desconocidos), donde descansan soldados no identificado de la Guerra de Corea, Guerra de Vietnam y la Primera y Segunda Guerra Mundial (en realidad, la tumba grandota con un ataúd de mármol, sobre el suelo, es la del soldado de la Primera Guerra Mundial, y los otros tres están bajo una simple lápida blanca en el suelo, delante de este ataúd grandote). La curiosidad es que, con las técnicas modernas forenses, no había ningún soldado desconocido en Vietnam, y cuando al cabo de unos años se vio que había un cuerpo sin identificar, su cuerpo se enterró con mucha fanfarria en la tumba correspondiente, pero al cabo de un tiempo, y gracias a pruebas de ADN, la familia del soldado muerto lo identificó, y ahora la tumba del soldado desconocido de Vietnam está vacía. Bueno, total, que en esta tumba hay cambio de guardia cada media hora (hay soldados vigilando y “guardándola” 24 horas al día), algo que es interesante ver, aunque a Lau le resultó demasiado paripé, pero hay que reconocer que todos los movimientos están coregrafiadísimos, entre el soldado que guarda la tumba, el que le revisa el arma y el nuevo que sustituye al anterior. Desde ahí, vimos los memoriales a los astronautas muertos en las explosiones del Challenger y del Columbia, el mástil del acorazado de guerra USS Maine que explotó y se hundió en La Habana y fue el detonante de la guerra entre España y Estados Unidos en 1898, cuando perdimos nuestras últimas colonias, y una tumba común con 211 soldados desconocidos de la Unión de cuando la Guerra Civil estadounidense. Íbamos a ver también un memorial con soldados confederados, de cuando la Guerra Civil, pero estábamos tan cansados que decidimos no caminar más y darnos la vuelta :D Pero mirad cuántas tumbas, hasta donde te llega la vista:

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Salimos del cementerio muy sorprendidos ante tanta tumba (mires donde mires, sólo ves campo y tumbas) y cruzamos el puente sobre el Potomac en dirección al Lincoln Memorial (en metro dábamos una vuelta del copón y encima no llegábamos donde queríamos ir, en fin…) para ir al Korean War Veterans Memorial (memorial a los veteranos de la guerra de Corea). Construido en 1995, este memorial muestra una tropa de soldados en una patrulla nocturna atravesando campos de arroz, protegidos con mantos de la continua lluvia. El memorial es alucinante, pues cada escultura (a tamaño real) es única, pero todas muestran en las caras y en la posición del cuerpo el cansancio, nerviosismo y estrés que sufrían los soldados de una forma muy real. Además, la pared de mármol negro que encierra el memorial está grabada con las caras de los soldados. Estremecedor. Aquí tenéis una pequeña foto:

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Seguidamente, cruzamos el Mall en dirección a otro memorial, el Vietnam Veterans Memorial (memorial a los veteranos de Vietnam), que desde su construcción en 1982, se ha convertido en un sombrío y triste lugar de peregrinaje. Este memorial fue diseñado por una estudiante de arquitectura de la Universidad de Yale que tenía tan sólo 21 años, Maya Lin: dos muros de granito negro que se unen en el centro y que, en lugar de ir hacia el cielo, se hunden en la tierra, simbolizando la grave fractura social que esta guerra causó en el país, y que contienen los nombres de los 58.209 soldados que murieron en la guerra (ordenados cronológicamente por la fecha de su muerte). Día sí, día también es frecuente encontrar cartas, medallas y un sinfín detalles en el suelo, cerca de un nombre en concreto, que han dejado amigos o familiares. La gran mayoría de estos objetos se guardan, al pasar el tiempo, en el Museo Nacional de Historia Americana. En ambos extremos del memorial, encontramos unos enormes libros con los nombres ordenados alfabéticamente que nos ayudan a localizar los mismos en la piedra. La verdad es que este memorial, austero y sombrío, no tiene nada que ver con la gran mayoría de esculturas y edificios del National Mall… y así lo vieron también muchos opositores del diseño de Lin, que consiguieron en 1984 erguir cerca del memorial, una escultura más tradicional (y menos interesante) de tres soldados. Aquí tenéis un detalle de uno de los muros, completamente cubierto de nombres:

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En nuestro afán paseístico, ^_^, vamos tranquilamente andando hasta el campus de la George Washington University, para ver un ambiente diferente de la ciudad… Allí cogemos el metro y ale, al hotel a descansar…

Lunes 3 de abril
¡Cómo nos cuesta levantarnos! Entre que estamos cansados y nos duele todo y que la cama no es precisamente cómoda, buf, estamos hechos un desastre. Después de desayunar por la cara en el hotel, aunque extrañamente no queda casi de nada hoy, eso sí, vamos tranquilamente andando hasta el National Geographic, para ver la exposición “The kimonos of Ichimaru: from geisha to diva” (Los quimonos de Ichimaru: de geisha a diva), donde vemos multitud de quimonos de la geisha Ichimaru, una de sus pelucas de geisha, cinturones obi, zapatos… ¡y hasta un shamisen! Además, también se proyectan mini-vídeos con imágenes de Ichimaru cantando y bailando… muy interesante. Lástima que no dejaran hacer fotos, porque claro, luego te vendían el catálogo :P (al menos Luis consiguió sacar una del primer quimono :P)

Seguidamente, nos acercamos a obtener entradas para el Washington Monument, que son gratuitas pero necesarias para poder entrar a una hora determinada. Pero nuestro gozo en un pozo –aunque nos lo temíamos, a pesar de que no es tan tarde (en la guía aconsejan ir cuando empiezan a repartir, ¡a las 8:00h!). Las entradas para este día están todas repartidas, mala suerte. Tendremos que hacerlo la próxima vez que vayamos a DC, jejejeje.

Como ya estamos en el Mall, decidimos ir al United States Holocaust Memorial Museum, dedicado a los millones de personas asesinadas por los Nazis, en un edificio moderno pero que resulta un tanto tétrico, a pesar de tener mucha luz, y que captura el ambiente del museo a la perfección. Primero de todo, cogemos pases para la exposición permanente (son gratis, pero van por hora… nos toca entrar a las 14:15h) y seguidamente entramos en el llamado Hall of Remembrance (sala del recuerdo), un pequeño santuario para la reflexión y el recuerdo a las víctimas, con una llama permanente. A continuación, vemos una fantástica exposición titulada “Deathly medicine” (medicina mortal) dedicada a las horrorosas prácticas médicas nazis. Es muy interesante, con muchas explicaciones, fotos y objetos reales, pero te afecta muchísimo, se te ponen los pelos de punta con muchas de las cosas que lees… es muy emotivo. Cuando para nuestros relojes son las 13h (atención al dato, ya lo entenderéis después), el hombre que controla la entrada a las 3 plantas de exposición permanente nos deja entrar, ante nuestra extrañeza (para qué darán pases marcados por horas, si hacen lo que quieren? :P). Y ale, ahí nos metemos, a ver la exposición permanente que versa sobre el Holocausto, dividiéndolo por períodos históricos: una planta dedicada a los años previos a la guerra, de cuando la subida de Hitler al poder, otra dedicada a la guerra en sí, y otra al final de la guerra y la fundación del estado de Israel, donde podemos leer crónicas, ver vídeos y objetos reales, algunos tan estremecedores como un vagón en el que transportaban a los judíos a los campos de concentración, o una escultura que consiste en miles de zapatos de cuero viejos y gastados de todas las víctimas, etc., leer acontecimientos… la exposición es brutal, increíble, muy conseguida, muy bien ordenada y muy fácil de seguir, con todo perfectamente explicado, y afortunadamente, sin caer en el autobombo en plan de “Estados Unidos entró en la guerra y salvó a los judíos, qué buenos que somos”. Eso sí, te deja con el corazoncito hecho pedazos, pero es muy interesante y recomendable verla. Nos pasamos casi dos horas viéndola, a pesar de que cada vez aguantábamos menos de pie, jejejee… así que imaginad lo interesante que es.

Al salir, nos acercamos un rato al National Museum of Natural History (museo nacional de historia natural), el museo más visitado del mundo, ¡toma ya! Nuestra primera parada es en el restaurante, donde comemos algo y nos damos cuenta de que los relojes marcan una hora diferente… ¡han cambiado la hora y nosotros sin enterarnos! Y es que Lau había leído en la Lonely Planet que en los EEUU también cambiaban la hora, pero como cuando llegamos no lo habían hecho, pensó que lo había leído mal o algo y se olvidó. Y ahora nos damos cuenta de que no, de que aquí también cambian la hora, pero lo hacen el 1 de abril... así que hemos superado nuestro récord de Londres (donde nos acordamos de que habían cambiado la hora unas horas después), ya que esta vez hemos pasado un día y medio con la hora cambiada, jajajajaja… ahora entendemos muchas cosas: por qué la exposición de la National Geographic estaba todavía cerrada el domingo, por qué casi no quedaba nada de desayuno el domingo en el hotel, por qué no quedaban entradas para el Washington Monument cuando hemos ido a una hora decente, por qué el hombre del Museo del Holocausto nos ha dejado pasar a las 13:15h cuando en nuestra entrada ponían que sólo podíamos entrar a partir de las 14:15h… ¡qué desastre somos! J

En fin… cambiamos los relojes, terminamos de comer, y visita rápida al Museo. En realidad sólo queremos ver unas cuantas cositas contadas, no deambular por él, porque estamos demasiado cansados. Empezamos por acercarnos al diamante más grande del mundo, el Hope, de 45 quilates, expuesto ahí para regocijo de todos. Seguidamente, nos adentramos en las salas dedicadas a los esqueletos de muchas especies animales (con comparaciones y explicaciones y demás), para llegar a las salas dedicadas a los “bichos” que tanto asco le dan a Lau (¡gracias a Dios que hoy no hay la actividad de dar de comer a las tarántulas, porque si no a Lau le da un patatús… si sólo recordarlo ya le pica todo, jejejeje). A continuación, entramos en la sala dedicada a la vida salvaje, donde hay un montón de animales disecados, con muchas explicaciones, curiosidades, etc. Finalmente, nos adentramos en las salas dedicadas a los dinosaurios y la vida marina, ¡donde vemos el esqueleto de un T-Rex! Mirad, mirad:

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Muy, muy interesante también. Como todos los museos a los que hemos ido, está repleto de indicaciones, explicaciones, dibujos, casos prácticos, curiosidades, vídeos, etc., con lo que puedes aprender un montón… ¡y también pasarte horas y horas y horas leyendo y viendo cosas!

Al salir, decidimos volver tranquilamente al hotel y cuando ya estamos en la habitación tranquilitos, ¡sorpresa! Empieza a llover de una forma increíble y venga rayos y truenos… ¡qué tormenta! Suerte que no nos ha pillado en la calle, que si no… Y también suerte que se ha hecho ya de noche, así no nos molesta al turisteo, jejejejeje. Toca recoger las cosas y hacer las maletas otra vez, que mañana nos volvemos a Nueva York otra vez… Washington DC es una gran ciudad, con muchísimas cosas para ver y para hacer, con el fantástico National Mall y el Tidal Basin, lugares preciosos para pasear, sentarse a tomar el sol o a descansar, a jugar con los críos, etc. Es una ciudad muy recomendable que nos ha gustado mucho… ¡habrá que volver!


En el próximo (y último) capítulo: ¡volvemos a NYC!!!!! :)))))

De siglas va el viaje - NYC & DC: Primera Parte

Primera parte de nuestra crónica de viaje... ¡que la disfrutéis! ^_^

Domingo 26 de marzo
Llegamos a las 10:00h a la nueva nuevísima T4 de Barajas. Facturamos, pasamos el control de equipajes y finalmente cogemos el trenecito-leré hasta el edificio satélite de la T4. Al llegar, control de pasaportes, y nada que ver con los controles estadounidenses: el policía está leyendo el periódico, así que nos hace esperar unos segundos hasta que termina el párrafo que está leyendo (suponemos) y ni dice nada ni levanta la vista para mirarnos ni nada de nada, hace un movimiento extraño con la cabeza que intuimos significa “vale, cojones, podéis pasar, dejadme leer el puto periódico, ya”… En fin, da vergüenza ajena, sinceramente. Aunque esa no es la única “vergüenza ajena”: las pantallas del aeropuerto muestran todavía la hora antigua, ¡no han cambiado la hora! Nadie lo entiende, todo el mundo flipa, todos pensando que sus vuelos salen una hora antes… ¿un aeropuerto internacional que no cambia la hora? Pero si hasta el ordenador de Lau, que está medio muerto, cambia la hora automáticamente… qué vergüenza… En fin, alucinando como todo el mundo, vamos a desayunar al Starbucks que hay en la zona de la terminal, donde nos perdonan 10 céntimos (aunque nos clavan bien clavados por algo de comer y dos cafés) y hale, a esperar para embarcar.

Con 1 hora y 15 minutos de retraso, de los cuales nos hemos pasado una hora entera dentro del avión asándonos como pollos por un problema en el sistema de refrigeración (que según el súper-capitán se ha producido cuando el embarque ya se estaba efectuando, así que no se podía hacer nada), finalmente hemos despegado a las 14:30h… Como anécdota, decir que estamos rodeados por una familia americana en la que Luis se había fijado anteriormente en la terminal, a cada cual más friki: una hija con flip-flops (¡qué frío!), falda vaquera cortita y redoblada para que sea más corta todavía y sin medias (y unas piernecitas blanquecinas y con una pinta de estar fríiiiiias); otra hija con unos pantalones de pana y de flores marrones y de tonos dorados, un poco de los años 70, un cinturón de esferas metálicas, una camisa muuuuuuuuy lolayla azul claro (que va a juego con el maquillaje de los ojos), un chaleco marrón y una chaqueta estilo cosaco azul con muñecas y cuello rojos y toques dorados, y un sombrerito redondo, todo muy al estilo Janis Joplin… ¡todo un espectáculo! Y ese padre con esas gafas redondas de pasta negra, casi de culo de vaso… se parece increíblemente a Mortadelooooooo!!!! J Jejejeje, qué gracia. En fin, nos tragamos las dos pelis que echan (“Zathura”, que se deja ver, y “La joya de la familia”, de la prota de “Sexo en NY”, que teníamos ganas de ver, y resulta ser un truño como hemos visto pocos); comemos como buenos niños que somos y después de siete horas y media por fin llegamos al JFK. Bieeeeen!!!!

Hacemos cooooooola en inmigración (qué suerte los americanitos, ellos pasan rápido…) y hacemos todo el paripé de las huellas dactilares de ambas manos y la foto de rigor. Eso sí, tenemos suerte con el oficial de inmigración, que es muy simpático y nos habla y nos dice que sonriamos para la foto, Cogemos la maleta (¡bieeeeen, ha llegado, no se ha perdido!) y cogemos el Airtrain, un mini-trenecito que conecta todas las terminales del JFK (ni más ni menos que 9, vaya peazo aeropuerto!). Nos bajamos en la estación correcta para coger el metro a Jamaica St (y de paso les indicamos a una pareja estadounidense cómo hacer lo mismo, ¡somos unos cracks!). Bueno, pues eso, que llegamos a Jamaica St, pagamos el Airtrain (si se utiliza para llegar a alguna zona fuera del aeropuerto no es gratuito, hay que pagar) y cogemos el metro E express hacia Times Square, que es donde está nuestro hotel, y sin problemas, a pesar de lo lioso que puede llegar a ser el sistema y la nomenclatura de las líneas de metro en Nueva York. Como es casi principio de línea (estamos en Queens, lejos lejísimos de Manhattan), nos sentamos y acomodamos perfectamente… peeeeeeeeeeero (siempre hay un “pero” cada vez que llegamos a EEUU) después de algunas estaciones una vocecita ronca nos avisa a todos los pasajeros que ha habido un “problema” en Queens Plaza (justo la última estación antes de cruzar y llegar a Manhattan, por la que pasan todas las líneas de metro que van hacia Manhattan).

Total, que todo el tráfico de todas las líneas se suspende durante unas horas, por lo menos. Ale, a bajarse del metro… y qué estación, qué pintas tiene la gente… ¡esto es como una película! Y nosotros con las maletas y la etiqueta de “guiris turistas” pegada en la frente. En fin, como alternativa, nos dicen que cojamos un autobús, el Q60, que justo cruza Queens y llega a Manhattan, aunque sólo hasta la Segunda Avenida... (nosotros vamos a la Séptima!). Y ale, todos como locos a pillar el bus, colas del copón, el bus petadísimo… Total, que al tercer bus que viene conseguimos entrar, L… y en fin, qué podemos decir del viaje en autobús, que como todos los buses en los EEUU que no son expresos, para prácticamente en cada esquina, así que vamos de visita turística por Queens, porque el trayecto naturalmente tarda un buen rato (podríamos hablar de horas perfectamente). Finalmente, eso sí, cruzamos el conocido Queensboro Bridge y justo el bus nos deja en la Segunda Avenida con la calle 60 este. Desde ahí, podemos coger metro, pero estamos tan cansados que decidimos buscar un taxi que nos lleve al hotel y en cinco minutos (y unos $7, viendo además un poco ya de la ciudad y de Central Park), llegamos al Best Western President Hotel en Times Square (para ser más exactos, en la calle 47, entre la Séptima y la Octava Avenida), en el centro de la ciudad. ¡Genial! Aquí tenéis una vista de la increíble plaza de Times Square, ¿os suena, no? ^_^

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Después de hacer el check-in y dejar las cosas en nuestra habitación de la planta 11, volvemos a salir directamente en plan guarro, sin ducharnos ni nada antes… porque estamos tan cansados que si nos duchamos y descansamos un poco antes de salir estamos en peligro de no salir directamente, J Total, que tal cual volvemos a bajar a dar un primer paseo por los alrededores del hotel, más que nada para ir respirando el ambientillo y para hacernos una idea de cómo es la zona y qué podemos encontrar en los alrededores del hotel… ¡y vaya paseo! Y venga caminar, y venga andar, y venga a ver cosas… Bueno, lo primero que vemos es Times Square, naturalmente, que mola un montón porque lo hemos visto tantas veces por la tele que estar ahí y ver tú mismo las letritas de la Bolsa, tantas lucecitas, anuncios de musicales o los estudios de la MTV es flipante. Seguimos paseando y entre otras cosas vemos el edificio Chrysler (un poco a lo lejos), el Madison Square Garden, el Empire State Building (comemos algo a sus pies, en la Quinta Avenida), la Biblioteca Pública de NY, el Bryant Park, el “edificio de los Cazafantasmas” según Luis (Lau no tiene ni idea)… En fin, una buena vuelta. Aquí tenéis el inmenso Empire State Building de noche, dándonos la bienvenida a NYC:

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Además, es una buena oportunidad para empezar a ver cómo es la gente de NYC… La verdad es que hay de todo y de todo tipo, qué maravilla. Como anécdota, vemos un chico negro con sus ropas hiphoperas a tope y sus cascos, peeeeeero no va escuchando música, sino hablando con su pareja… Después veremos más: aquí la gente lleva los cascos o los manos libres del móvil inalámbricos con Bluetooth casi como parte de su cuerpo, los estén utilizando o no. Increíble. Jejejeje… En fin, sobre las 21:30h, volvemos al hotel y a dormir, ¡por fin! J

Lunes 27 de marzo
Nos levantamos temprano, sobre las 7:20h y después de desayunar en un Starbucks nos acercamos al punto de información turística de Times Square. Cogemos algo de información y decidimos ir directamente a una tienda de fotografía muy famosa llamada B&H, que está relativamente cerca del hotel, en la 34 oeste con la Novena. ¡Y vaya tienda! ¡Qué pasada! Está todo súper informatizado y mecanizado, de manera que tú pides lo que quieres en uno de los puestos especializados y el que te atiende hace “el pedido”, te da un papel y tú primero tienes que pasar por otra zona donde hay un montón de puestecitos para pagar y finalmente llegar a otra zona donde también hay un montón de puestecitos y te entregan tu pedido preparadísimo… pero eso no es todo, no… Todos los puestecitos están conectados por cintas transportadoras situadas como a los pies, por donde van contenedores verdes y donde se colocan los pedidos… ¡es brutal! Mola mucho, J… además del hecho de que ahí casi todos son judíos, con sus gorritos (kippah, se llaman), sus tirabuzones y toda la pesca típica asociada a los judíos ortodoxos, pero con sus chalecos verdes de dependientes... Es genial. Bueno, que nos liamos… Luis se compra un súper-teleobjetivo (como no, ^_^) y desde ahí cogemos directamente el metro hasta South Ferry, desde donde vemos por primera vez y a lo lejos la famosísima Estatua de la Libertad, ^_^.

Aprovechando que hace un día impresionante con un sol brillante, el cielo azulísimo y una temperatura más que agradable, cogemos el Staten Island Ferry, que es un ferry público y gratuito (eso es lo más importante, jejejeje) que conecta Manhattan con Staten Island. ¿Que por qué cogemos el ferry si no queremos ir a Staten Island? Pues muy fácil: es gratis y el viaje te ofrece fantásticas vistas del skyline de Manhattan por un lado, y de la Estatua de la Libertad y la Ellis Island, por otro (ya que pasa justo al lado, sin parar). Y la verdad es que el viaje merece la pena, las vistas de la isla son increíbles, ver tantos edificios tan altos y resplandecientes justo al límite de la isla, ver los puentes que conectan Manhattan y al pasar relativamente cerca de la Estatua, pues se disfruta mucho. Aquí una vista del dowtown desde el ferry:

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Entre unas cosas y otras volvemos otra vez a Manhattan al mediodía. Nos sentamos cinco minutos en el Battery Park a tomarnos un hot-dog y seguidamente nos acercamos al Clinton Castle, un fuerte construido durante la guerra de 1812 contra los británicos para defender el puerto de NYC, que actualmente funciona como centro de visitantes, donde se compran las entradas para la Estatua de la Libertad. En el mismo Battery Park vemos la Sphere, una enorme “bola” escultórica que estaba situada en una plaza entre las Torres Gemelas, y que a pesar de la brutalidad de los ataques y de lo poco que quedó en pie después, sobrevivió (aunque magullada) y fue trasladada al cercano Battery Park donde sirve de pequeño memorial a las víctimas del terrible atentado. Seguimos andando por el Bajo Manhattan y el Financial District hasta llegar a la famosa Trinity Church, una iglesia fundada por el Rey William III en 1697; aunque lo que vemos hoy en día es el diseño de Richard Upjohn de 1846 que consiguió hacer de ella el edifico más alto de su época en la ciudad de Nueva York, y que sin embargo ahora está encajonada entre edificios altísimos. A continuación, seguimos nuestro paseo hacia Wall St, donde vemos el famoso New York Stock Exchange (o sea, la Bolsa de NY, ^_^) y el Federal Hall. Antes del 11-S se podía visitar la Bolsa, pero actualmente está cerrada por medidas de seguridad, así que sólo lo podemos ver por fuera y flipar con las pintas de algunos de los brokers de la zona: y venga trajes y corbatas y repeinados y maletas… ¡olé el capitalismo! Del Federal Hall se puede destacar la enorme estatua de George Washington justo en el centro de un fachada muy clásica (como casi todos los edificios oficiales en los EEUU).

En fin, toca seguir paseando por la zona hasta llegar a la llamada Zona Cero, conocida por todos por ser el cruel escenario de los ataques terroristas del 11-S. La verdad es que se te ponen los pelos de punta mirando y leyendo la crónica de los sucesos, viendo las fotos de antes, de durante y de después de los ataques, leyendo informes de los edificios y de los equipos de rescate, etc., porque si los edificios que todavía están en pie ya parecen increíblemente altos, bueno, las torres gemelas eran un poco más del doble de altas, así que tenían que haber sido espectaculares… y que todo eso se cayera, buf… Increíble. Es realmente impresionante. Y tan sólo con recordarlo se te ponen los pelos de punta, es brutal. Justo enfrente de la Zona Cero, visitamos la St. Paul’s Chapel, una pequeña iglesia de estilo colonial con una pequeña zona verde llena de tumbas, algunas de ellas muy antiguas, que aunque ya famosa desde antes (el mismo George Washington acudía a esta iglesia regularmente desde que se inauguró en 1789), fue un punto de apoyo emocional muy grande después de los atentados: en ella se estableció el centro de apoyo organizativo, dando de comer a los voluntarios, dejándoles dormir y descansar ahí, dando masajes y cuidados a los bomberos y sobre todo, dando consejo y apoyo psicológico a todo aquel que lo necesitara. Aquí podéis ver la pequeña iglesia:

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Seguidamente, paseamos por el City Hall Park –o sea, el parque del Ayuntamiento—, donde todo el mundo está de break para comer (se nota que muchos son trabajadores, van en traje y demás) y aprovechan el maravilloso día para comer sándwiches y ensaladas en el parque. Vemos el Ayuntamiento desde fuera y hambrientos nos acercamos a un Subway a comer algo, ¡que ya va siendo hora! El parquecito, como podéis ver, está precioso ese día:

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Con energías renovadas después de tanto andar y tanto paseo, decidimos seguir andando (¿cómo lo hacemos que siempre acabamos andando tanto?) y cruzar el famoso Brooklyn Bridge (Puente de Brooklyn), uno de los muchos iconos de la ciudad de Nueva York, que se empezó a construir en 1869, y cuando se terminó fue el puente suspendido más largo del mundo, y el primero en el que se utilizaban cables de acero. Desde el puente uno puede disfrutar de unas vistas espectaculares del Bajo Manhattan y del Financial District y como el día seguía espléndido, pues naturalmente lo disfrutamos muchísimo (se nota por el número de fotos que hicimos, jejejejeje). Ale, fotito de nosotros dos en el Brooklyn Bridge:

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Vemos perfectamente tanto los edificios del downtown como del midtown, fijándonos sobre todo en el edificio Chrysler y el Empire State… y después de cruzar el puente de vuelta, justamente allí queremos ir, al Empire State Building. Aquí tenéis una pequeña foto de nosotros dos en el puente, con downtown de fondo:

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Cogemos el metro, llegamos, compramos las (carísimas) entradas, pasamos el control de seguridad y ale, a la cola, que es como las de los parques temáticos, haciendo zigzag y con unos letreros de “a partir de aquí le quedan 45 minutos para llegar al ascensor”. Son las 16:20h y tardamos más o menos una hora en coger un ascensor, pero la espera, a pesar del cansancio y de que estamos de pie, se hace llevadera hablando con la gente de la cola… y es que Luis lleva la camiseta que se compró en el Star Trek Experience de Las Vegas y un hombre, que viaja con su hija, de Indianapolis y que está justo delante nuestro, se fija y como trekkie que también es nos empieza a hablar. Después, se nos unen un par de chicos alemanes más y ala, venga a hablar. Eso es lo que nos gusta de los estadounidenses, sinceramente. Son muy suyos y muy especialitos y todo lo que queráis, es verdad, pero lo que sí son es muy abiertos, muy comunicativos: les encanta empezar una conversación en cualquier parte, preguntarse de dónde son, explicarse sus vidas… Es fantástico. Bueno, que nos liamos otra vez. Pausa para ver una foto de la majestuosa entrada del Empire State Building:

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Total, que finalmente conseguimos entrar en un ascensor que nos subió rápido rapidísimo hasta el mirador de la planta 86 del Empire State Building… ¡y qué vistas!
Habíamos planeado la visita especialmente pensando en la hora, ya que queríamos ver la ciudad con la luz de la tarde, ver como se ponía el sol, como empezaba a iluminarse la ciudad y finalmente ver la isla de noche… y ala, así lo hacemos (aunque nos estemos más de dos horas ahí arriba venga a dar vueltas al mirador jejeje). Mirad, mirad qué luz:

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Las vistas son simplemente increíbles, uno no puede parar de dar vueltas y mirar y hacer fotos y alucinar ante lo que tienes a tu alrededor… es maravilloso. Y ver como se pone el sol y como la ciudad empieza a iluminarse es increíble… precioso de verdad, una maravilla. Aquí una pequeña prueba, una mini-panorámica de las preciosas vistas:

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Después de mil fotos y cuando el sol se ha puesto totalmente y la noche inunda la ciudad, nos bajamos del edificio y unas 12 horas después de salir, volvemos al hotel. Dejamos los trastos, salimos otra vez a dar una vueltecita por Times Square, comemos algo y… patapam, ahí mismo, Luis se encuentra a una compañera de trabajo!!!!!!! Increíble, es alucinante, hacía tiempo que no se veían en el curro y van y se encuentran en pleno centro de Nueva York. Jajajajaa… qué cosas. En fin, después de cenar algo, volvemos al hotel a descansar y dormir. Estamos muy cansados, por supuesto, pero muy contentos porque este primer día ha sido espectacular.

Martes 28 de marzo
Desayunamos unos bacon & eggs en un café de Times Square y seguidamente, después de que nos hayan clavado pero bien, nos vamos a Port Authority, la estación de autobuses del centro de Manhattan, para comprar billetes de la Greyhound (la clásica empresa de autobuses mencionada en tantas canciones y películas) a Washington para unos días después. Hecho esto, cogemos el metro desde ahí a uno de los parques más conocidos del mundo: Central Park. Pero en el propio metro, viendo un anuncio en un vagón, cambiamos de idea y decidimos parar en el American Museum of National History (museo americano de historia natural), que está en un extremo de Central Park, en el Upper West Side… ¡y vaya museo! Nos pasamos toda la mañana en el museo, aunque podríamos pasarnos muuuucho más. Este museo (fans de Friends, ya sabéis, donde trabajaba Ross) fue fundado en 1869 y es increíblemente grande… como increíble es también todo lo que tiene dentro: reconstrucciones de civilizaciones de los cinco continentes, espacios dedicados a la vida marina, a los pájaros, a minerales y piedras preciosas, al espacio (muy interesantes las proporciones que presentaba el museo para hacernos entender los tamaños de los planetas, estrellas, sol, pero también de partículas subatómicas y elemantales…), etc., pero sobre todo una planta entera enterita e inmensa dedicada a los dinosaurios, donde uno no sólo puede ver los esqueletos fosilizados, sino que también puede leer muchísima información sobre estos extinguidos animales, ver vídeos explicativos, intentar descifrar enigmas, etc. Es un museo muy explicativo y visual, fantástico para ir con críos, pero donde los mayores aprenden una barbaridad. Aquí tenéis a Luis con un nuevo amigo, el T-Rex, ^_^:

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Unas cuantas horas más tarde, salimos del museo para andar un poco hacia el edificio Dakota (donde mataron a Lennon en 1980) y finalmente adentrarnos en el famoso Central Park por la zona llamada Strawberry Fields, un trocito de Central Park que siempre visitaba John Lennon y en el que hoy hay un pequeño memorial en homenaje al gran músico. Un memorial que es básicamente un mosaico en el suelo donde se puede leer “imagine” y que ese día, por cierto, estaba decorado con flores frescas formando el símbolo de la paz, realizado por un hombre que no había dejado de vivir en los años 70 (era un hippy auténtico, de verdad… y muy fan de Lennon, ¡llevaba una camiseta en honor al ex-Beatle!). Mirad a Luis, cerca de la placa "Imagine" con flores:

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Después de sentarnos un rato a descansar en Strawberry Fields, empezamos a pasear por el parque hasta llegar a la famosa fuente Bethesda, que ha salido en muchísimas películas (por poner un ejemplo, Hair, clásico musical antimilitarista de los 70 o la mismisma The Producers de este año… ^_^) y donde por cierto se está rodando algún tipo de película o anuncio, jejejejee, porque hay una chatina subiendo y bajando las escaleras con un monopatín, mientras la cámara la grababa…^_^.

Desde ahí, vemos a la gente en barquitas en el lago, chicos haciendo brincos con el monopatín, gente patinando, críos corriendo, gente sentada en los bancos descansando, tomando el sol, leyendo… El ambiente es maravilloso. Como sabemos que el parque es muy grande y nosotros estamos algo cansadillos, vamos en dirección sur, paseando tranquilamente por el parque, viendo el ambiente… Y finalmente salimos del parque para ver de cerca la famosa sala de conciertos de música clásica Carnegie Hall, construida en 1891. Seguimos paseando hasta el (también famoso) Radio City Music Hall (una sala de conciertos de estilo art-deco construida en 1932) en plena zona del Rockefeller Center, donde podemos ver a mucha gente patinando en la pista de patinaje sobre hielo más conocida del mundo, la que se coloca bajo la escultura de Prometeo en el Rockefeller Center (aunque naturalmente ya no estaba el también famoso árbol de Navidad, ^_^). Y es que el Rockefeller Center es una pequeña ciudad dentro de una gran ciudad, con un montón de edificios, oficinas, tiendas… y hasta los estudios de TV de la NBC. Aquí nos tenéis a los dos en el centro del Rockefeller Center, junto a la famosísima pista de patinaje sobre hielo:

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Seguidamente, visitamos otra de las iglesias neoyorquinas más importantes de la ciudad: la catedral católica St. Patrick’s Cathedral (catedral de San Patricio), una elaborada interpretación del gótico francés y de interesante obra interior, aunque quizá demasiado llena de turistas, ^_^. Aquí tenéis la majestuosa catedral neoyorquina:

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Como estamos ya muy cerquita del hotel (¡La madre! ¡Lo que hemos andando!), decidimos volver a nuestro hotelito a dejar las cosas, descansar cinco minutos y volver a salir para ir a tkts, una carpa montada en el centro de Times Square donde uno puede encontrar entradas para el mismo día a precios reducidos (35 y 50% de descuento) en determinadas (aunque en realidad son muuuuuuuuuchas) obras de teatro y espectáculos musicales. Pues bien, ahí cogemos entraditas para ver uno de nuestros musicales favoritos, RENT. Y para ir tranquilos al teatro, decidimos ir a cenar antes y para ello nos acercamos a un japonés llamado Hakata que está al ladito del hotel… comemos de lujo, la verdad, porque tanto las gyôza como el ramen están deliciosos… y después, ¡al teatro! Las entradas con descuento están muy bien situadas, abajo en platea, bastante cerca, muy muy bien. ¿Y qué decir del espectáculo? Pues que estuvo increíble, genial, maravilloso… el montaje buenísimo, las voces increíbles, etc. Lo pasamos muy bien. Nos gustó muchísimo a los dos y fue maravilloso poder ver RENT justamente en Broadway, sinceramente, y justo cuando cumple 10 añitos de andadura (Lau ya lo había visto en Barcelona y en Osaka, pero verlo junto a Luis y en NYC fue muy especial, ^_^). Muy buena manera de terminar el día (si no conocéis este musical, os lo recomendamos encarecidamente: uno de los pocos musicales modernos, en el sentido de utilizar música rock contemporánea en lugar de ser tan clásico como suelen ser la mayoría).

Miércoles 29 de marzo
Estos primeros días en NY han empezado a hacer mella en nosotros y hoy nos cuesta levantarnos más de la cuenta, estamos cansados y nos duelen las piernas. Pero hay que seguir turisteando, ^_^, así que después de tomarnos unos donuts y un café tamaño industrial (y eso que era el tamaño pequeño… ¿esta gente está loca o qué? ¡De casi una pinta -414ml- es el pequeño!) del Dunkin Donuts, vamos andando hasta la zona del Rockefeller Center, en teoría para ver las llamadas Villiard Houses (citadas en la Lonely Planet) y que son una decepción, pues no son nada del otro mundo… Así que seguimos andando, pasamos por delante del conocido hotel Waldorf Astoria y seguimos andando hacia la estación central de tren, la Grand Central Terminal, que todos hemos visto en más de una y de dos ocasiones en varias películas (Spiderman, X-Men, así a bote pronto). No es muy grande y tampoco muy vieja (se completó en 1913), pero tiene un no-sé-qué que la hace muy evocadora… Aquí tenéis a Lau, no nos digáis que no os suena el lugar...:

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Al salir de la estación, vamos en dirección al precioso edificio Chrysler y cuando llegamos decidimos entrar –aunque sólo se puede ver la planta baja, no hay observatorio ni nada… sólo oficinas poco “interesantes”– para ver los artísticos ascensores, el mármol de la entrada y el mural del techo. El Chrysler, uno de los edificios preferidos de Lau y Luis, es un excelente ejemplo de art-deco diseñado por William Van Alen en 1930 y que se consagró como el edificio más alto de NYC en su momento. Si el Chrysler es precioso de día (¡cómo brilla!), no menos espectacular es la vista de noche (¡qué iluminación!), así que no es extraño que éste sea uno de los símbolos de la ciudad de Nueva York. Mirad, mirad:

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Desde el exterior del Chrysler, cogemos un autobús que nos deja muy cerca del complejo de edificios de las Naciones Unidas, en la Primera Avenida. No entramos en visita guiada (¡demasiado caro!), pero merodeamos por ahí viendo las banderas, algunas esculturas que reflejan la unidad mundial y la paz y demás, ^_^. Finalmente y ya cansaditos, aprovechando que otra vez hace un día espectacular, nos sentamos en un parque cercano a descansar un rato. Ale, a buscar la banderita de vuestro país en el edificio de la ONU:

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Desde la zona de las Naciones Unidas, cogemos un autobús para ir a Houston St. (atención a la pronunciación de Houston en Nueva York, es “how-stone”, ^_^) para pasear y comer algo en uno de los barrios chinos más conocidos del mundo, el Chinatown de NYC. El barrio es espectacular, todo lleno de tiendecitas para chinos y restaurantes y demás, un ambiente muy… muy… no sabemos cómo describirlo. Seguimos una de las recomendaciones de la guía y vamos a comer a un restaurante en pleno Chinatown… ¡y qué comida! Nos ponemos las botas, comemos un dim-sum delicioso y encima baratísimo… genial.

Después de comer y de pasear un poco más por Chinatown, cogemos un metro de vuelta al hotel. Cansados, caemos en la tentación de echarnos una pequeña siesta, ^_^, que nos revitaliza y remineraliza y retodo y nos pone las pilas para coger el metro otra vez e ir a pasear por el Soho, uno de los barrios más cool de NYC que saca su nombre de su localización (como muchos otros barrios de la ciudad): South of Houston Street. Ahí, empezamos entrando en la Apple Store, una tienda mega fashion de Apple, donde podemos trastear con todos los productos y seguimos paseando por el barrio, viendo las tiendas más guays de la ciudad (nos referimos a cómo están puestas, los edificios, etc., no tanto a si son de marca o no, aunque generalmente lo son :P), admirando las casas y edificios del barrio, y sobre todo la Prince St, que tiene un encanto especial.

Salimos del Soho (aunque los límites no son muy claros ni exactos, claro) para adentrarnos en otro barrio muy conocido de la ciudad, Little Italy, que de italiano tiene más bien poco ya…Aun así, vimos un montón de restaurantes supuestamente italianos con los camareros preguntando a los viandantes que si querían cenar y ofreciendo las cartas de sus restaurantes (qué pesados!) y paseamos un poco por la zona. Desde ahí, seguimos paseando y paseando y paseando (¿qué mejor manera de ver una ciudad que pasear?) por el Lower East Side hasta llegar a otro de los barrios más conocidos de NYC, Tribeca (que también tiene su nombre por la localización, Triangle Below Canal St). Antes de los atentados del 11-S, Tribeca era el barrio más cool y guay y hot de la ciudad, y casi completamente desconocido por los turistas, lleno de lofts, viviendas bonitas (y relativamente baratas), restaurantes muy monos (¡con velitaaaaas casi todos!), bares históricos, callejuelas encantadoras, tiendas sorprendentes y un ambiente artístico de lo mejorcito. Sin embargo, al estar bastante cerca de la zona del World Trade Center, después de los atentados Tribeca perdió un poco de fuerza… Eso sí, se nota que, afortunadamente, los años ayudan a superar estas desgracias y actualmente el barrio brilla otra vez. Paseando por Tribeca vemos las Harrison St. houses, unas ocho casas en la calle Harrison que se construyeron entre 1804 y 1828 y que son un claro ejemplo de arquitectura federal neoyorquina.

Seguimos andando (sí, lo sabemos, estamos locos…^_^) hasta llegar al Rockefeller Park, desde donde se ven unas vistas espectaculares del río y de la otra orilla (New Jersey, ya). Paseamos un poco por el parque hasta llegar a la Zona Cero, cenamos algo y finalmente cogemos el metro de vuelta al hotel… ¡Vaya día! ¡Qué de paseos! Pero es una manera preciosa de ver las diferentes caras de la ciudad… A veces no hay “nada” que ver, es decir, no hay edificios especiales o museos o tiendas o algo así… A veces simplemente tienes que pasear por la ciudad, respirar su aire, ver los diferentes ambientes, etc.

Jueves 30 de marzo
Nos levantamos ya cansados (y leyendo esta crónica y mirando el mapa siguiendo los itinerarios, ¡no nos extraña!), pero una vez más vuelve a hacer un día espectacular (¡qué suerte tenemos con el tiempo!), así que hay que aprovecharlo. Después de desayunar, cogemos el metro hasta South Ferry (la puntita sur de la isla de Manhattan, para que os situéis), pero una estación antes tenemos que bajarnos porque en South Ferry sólo paran los 3 ó 4 primeros vagones (y nosotros estamos en los del final), sorprendente. Total, que nos bajamos, andamos por el andén hasta colocarnos en las zonas marcadas y cogemos el siguiente tren, ^_^… Por fin llegamos a Battery Park y cogemos entradas para el ferry que nos llevaría a la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis –aunque ya no hay entradas para entrar directamente a la Estatua.

Nos ponemos a la cola y después de pasar el control de seguridad (¡como siempre! Esta gente está un poco obsesionada…) y ayudar a un hombre que había perdido su cinturón en el proceso (Lau como buena maruja que es se entera de que lo están buscando los guardias y todo y les ayuda, ya que le parece haber visto un cinturón en el suelo al extremo de una de las colas, ^_^), finalmente subimos al ferry que nos lleva a la Estatua. ¿Y qué podemos decir? Es impresionante, después de verla tantas veces en películas y demás, estar ahí, verla en directo… Peeeeeeero, Lau no puede evitarlo, “me la imaginaba más grande”, suspira. Sí, chicos, a Lau le sorprendió que fuera tan “pequeña”, jejejejee… por lo que sea, pensaba que sería mucho más grande. Eso sí, igualmente disfrutamos muchísimo de llegar a la isla, hacernos mil fotos, observar la Estatua, ver las vistas de Manhattan desde ahí… Genial. No es una decepción el “me la imaginaba más grande”, sino una simple observación, ya que es igualmente genial estar ahí. Y al estar ahí, no nos sabe mal que no hubiera entradas para visitar el interior de la Estatua, porque actualmente, por cuestiones de seguridad, sólo se puede subir hasta la base… y eso no es para tanto… ^_^. Bueno, tenemos mil fotos de la Estatua y de las preciosas vistas del downtown, pero aquí tenéis una de nosotros dos, a pies de la famosa estatua:

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Bueno, pasamos ahí un buen rato, haciendo mil fotos y descansando admirando las vistas, hasta ponernos otra vez en la cola para coger el ferry a Ellis Island, la principal base de llegada de inmigrantes a NY desde 1892 hasta 1954 (más de 12 millones de personas pasaron por esta isla… en un sólo día se podía estudiar a 12.000 personas, ¡alucinante!). Después de estar unos años abandonado, actualmente el conjunto de edificios de Ellis Island se ha convertido en un espectacular museo desde donde uno puede saber más de sus familiares que emigraron (había muchos “Luis Rodríguez” de España, jejejeje) con mil fotos, objetos reales, pasaportes, documentos, análisis y explicaciones de temas varios, como por ejemplo el proceso de análisis de inteligencia, de salud, de delincuencia, trabajo, familia, etc. Es un museo fantástico, muy visual y explicativo, donde te puedes pasar horas leyendo las declaraciones reales de inmigrantes que pasaron por ahí, viendo sus objetos, los procesos de estudio por los que pasaron, e incluso escuchando grabaciones con las voces reales de inmigrantes que pasaron por allí, etc. Es muy emotivo, sinceramente. Muchísimo, precioso. Aquí tenéis a Lau en el hall central:

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Entre unas cosas y otras se nos han hecho las 15h, así que hambrientos nos sentamos a comer una pizza. Estamos cansadísimos, estamos andando demasiado (y en los museos, tanto estar de pie, andar despacio y demás… uno también se cansa mucho), pero “hay que ser fuertes” es la frase de guerra y hay que continuar. Queremos ver otra cara de NY, así que inspirados por la localización del musical RENT, cogemos el metro a Alphabet City en pleno Lower East Village, un barrio que recibe ese curioso nombre gracias a sus avenidas (A, B, C y D). El ambiente es totalmente el de una película: negros hiphoperos con sus gorras y sus ropas anchas escuchando música en la calle con el loro de turno, niños pequeños jugando por las calles, abuelos cubanos y portorriqueños en corrillo hablando en español, mujeres jóvenes con sus hijos que hablan acaloradamente en la calle, al lado de la iglesia-escuela, jardines “populares”, súper destartalados y cutrecillos, muchas iglesias, mucho latino… Es otro mundo, sinceramente. Y en alguna callejuela pasamos un poco de miedecillo, porque nos sentimos muy poco de ese ambiente… ^_^.

Un rato después, cogemos un bus a Union Sq y desde ahí el metro a la calle 86 este con la Lexington, para perdernos por el barrio más pijo y conservador de la ciudad, el Upper East Side. La idea es ver el famoso museo Guggenheim de NY, un edificio obra del genial Frank Lloyd Wright, peeeero está de obras de restauración de la fachada, así que no se puede ver absolutamente nada del edificio exterior… snif, snif. Por lo tanto, nos sentamos en un banco de la Quinta Avenida, dando la espalda a Central Park, y observamos el ambiente de la zona: vemos bloques de pisos, con su entrada cubierta con lona en plan hotel y un portero vestido de uniforme, con gorra y guantes y toda la parafernalia, muy monos ellos. ¡Increíble! Sí que es pijo y elitista el sitio, sí…porque son casi todos los edificios que vemos a lo largo de la Quinta Avenida… impresionante. Se está poniendo el sol, así que decidimos entrar al Central Park y admirar la puesta de sol desde ahí, ya que el brillo se refleja en el agua del estanque más grande del parque, el Jacqueline Kennedy Onassis Reservoir. Además de la puesta de sol y de una vista general del parque, vemos otra de las cosas más más más más típicas de la ciudad de Nueva York (y que hemos visto mucho mucho mucho en pelis y series): ¡qué cantidad de gente corriendo y haciendo footing! Nos hace mucha gracia, sobre todo a Lau, que no para de decir “pero si está medio NY aquí haciendo jogging”… y bueno, quizá sea exagerado, pero de verdad que había mareas y mareas de gente… ¡hasta había una caseta de información al corredor! Pero mirad, mirad cómo corren:

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Cogemos un bus que baja por la Quinta Avenida y nos tragamos los atascos neoyorquinos, lo que nos ofrece la posibilidad de ver muchos más porteros estiradísimos y bonísimos ellos, edificios espectaculares, entradas al Central Park, y finalmente las tiendas pijas pijísimas de la muerte de la famosa Quinta Avenida, como por ejemplo, Tiffany’s, ^_^, qué pijerío, por dios!. Nos bajamos en la Quinta con la 49 este y andamos tranquilamente hasta el hotel, que como está situado en Times Square, está siempre en medio del ambientillo y siempre hay algo curiosón que ver. Hoy, por ejemplo, podemos ver el “naked cowboy” (cowboy desnudo) del que habla la Lonely Planet, jejejeje… Es un tío que para ganarse unos bucks (dólares, en jerga) se disfraza de cowboy casi-desnudo (¡llevaba calzoncillos y unas botas!), se coloca en el centro de Times Square con su guitarra y tal y ale, a cantar y a hacerse fotos con los turistas, qué gracia. Aquí lo tenéis:

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Además, en el teatro que tenemos al lado del hotel hay una montada que para qué, con muchísima policía, un cordón de seguridad, vallas… En fin, que seguramente asistirá a la función alguien importante (“será alguno de los actores” dice Luis sin darse cuenta de que eso es TEATRO, no cine, y que naturalmente los actores están ahí todos los días, jejejeje Nota de Luis: sabía que Lau tenía que mencionar esto, lo sabía... :D). Por fin llegamos al hotel a descansar… mañana nos vamos para Washington, así que hay que recuperar fuerzas, ^_^.


En el próximo capítulo, ¡llegamos a Washington DC! :))))))