lunes, 31 de octubre de 2005

Don Juan Tenorio itinerante en Alcalá de Henares

17:00h de la tarde, lluvia y más lluvia.

Nos encontramos en la estación de Alcalá de Henares con Iván, Kela, Víctor y Pablo para asistir a la XXI Representación itinerante de Don Juan Tenorio. Aquí el cartel de la obra:

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Antes de acudir a la Huerta del Obispo para ver los diferentes actos de la obra, nos tomamos unas cervecitas en un local del centro... ¡teníamos que estar fuertes para aguantar de pie, bajo la lluvia, durante toda la obra! :))) Media hora antes del inicio de la representación, nos acercamos a la Huerta del Obispo, donde ya había algo de público, a pesar de la lluvia. A destacar que nos dieron a todos los asistentes (y eso que es gratis, eh, ^_^) una edición especial para la ocasión del Don Juan Tenorio... ¡toma ya qué detalle!

Con todo España y más específicamente Alcalá celebrando el IV centenario del Quijote, no podía faltar un guiño a este famoso personaje y a Sancho Panza... ¡y la sorpresa fue más que un guiño! La representación se inicia con la llegada de Don Quijote y Sancho Panza a la Huerta del Obispo, donde serán testigos y nos irán comentando la obra de Zorrilla. Muy divertido, sí señor.

La representación estuvo muy bien... Durante la primera parte pudimos ver más o menos bien, a pesar de la manta de paraguas, pero durante la seguna parte una servidora no vio absolutamente nada (habíamos cambiado de escenario... y estábamos más lejos), aunque sólo con escucharlo ya lo disfrutamos. Eso sí, al final, la lluvia, el frío y el cansancio en los pies (¡muchas horas de pie!) nos machacaron a todos, ^_^.

Para terminar el día, nos tomamos unas cervecitas en otro local del centro y a casita a mimir... eso sí, acompañados de lluuuuuuvia, muuuuuucha lluvia...

Besiñus
Lau

viernes, 28 de octubre de 2005

Life is a... Cabaret!

"Willkomen, bienvenue, welcome! Fremde, etranger, stranger. Gluklich zu sehen, je sui enchante, happy to se you... bleible, reste, stay...!"

"You have to understand the way I am, Mein Herr... A tiger is a tiger not a lamb, Mein Herr... You'll never turn the vinegar to jam, Mein Herr..."

"Money makes the world go around, the world go around, the world go around..."

"What good is sitting alone in your room? Come hear the music play! Life is a Cabaret, old chum, come to the Cabaret!"

¿Quién no ha escuchado alguna de estas canciones alguna vez?

Pues Luis y yo las escuchamos anoche, en español, en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid. Sí, sí... ¡otro regalito de mi marido para mi santo! ^_^ No tuvo suficiente con organizar una cenita romántica y sorpresa en casa, no, sino que además compró entradas para ver el musical CABARET... y no en cualquier sitio, no... Nada más y nada menos que en la mesita dos de la fila dos, ¡justo delante del escenario!

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Para aquellos que no lo hayáis visto, el Nuevo Teatro Alcalá se remodeló especialmente para dar cabida a este musical: se quitaron las filas de butacas y en su lugar colocaron mesitas negras con sus cuatro sillas y sus lamparitas rojas, para crear un auténtico ambiente de cabaret berlinés de los años veinte (hay servicio de bar interior, así que puedes pedirte tu bebida y todo). Total, que nosotros estábamos en la fila dos (pero no teníamos ni una mesa justo delante, así que vimos perfectamente) y en la mesa dos, justo al lado de una de las escaleras de subida/bajada del escenario... ¡qué peligro! ^_^ No se ve muy bien (la foto está hecha con el móvil), pero aquí me tenéis, en pleno "patio de butacas", aunque ahora no tenga 'butacas', jejeje:

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A las 21h empiezan a salir los actores y músicos: se pasean por el escenario, nos hablan al público... todo en un ambiente como de "preparación" muy interesante, sin micros ni nada, como si el espectáculo no hubiese empezado todavía, como si estuvieran preparándose, afinando los instrumentos, etc. Y finalmente se apagan las luces y empieza la función de la mano de Emcee, el maestro de ceremonias, que nos cuela en el Kit Kat Klub, nos presenta a las "chicas", a los "chicos", a la "orquesta"... un personaje que nos acompañará durante toda la obra, nos contará todo, aparecerá y desaparecerá... Nosotros vimos la actuación del alternante Armando Pita, un nombre que nos sonaba muchísimo y que después recordamos: era también el alternante de Raúl en El Fantasma de la Opera. ¡Qué peazo de actor! ¡Fantástico! Aquí lo tenéis, con sus chicas:

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La historia empieza en un tren destino Berlín, donde un joven escritor estadounidense llamado Cliff Bradshaw (interpretado por Manuel Bandera) conoce a Ernst Ludwig (Manuel Rodríguez), un "berlinés amigable con aspecto de estar envuelto en negocios turbios". Cliff le ayuda a pasar la duana (sin ni siquiera saberlo) y por ello Herr Ludwig le ayuda a encontrar alojamiento en Berlín: la pensión de Fraulein Schneider (vimos a la alternante Teresa Guillamón), donde también vive un frutero judío llamado Herr Schultz (Emilio Alonso), que corteja a Fraulein Schneider, y una prostituta llamada Fraulein Kost (María Blanco). La historia gira entorno la pensión y el Kit Kat Klub, un sitio donde todo da igual y en el que cualquiera puede divertise. Es ahí donde Cliff conoce a Sally Bowles (Natalia Millán), una cantante inglesa, alcohólica y drogadicta que quiere autoconvencerse que es una cantante respetada y querida, aunque en realidad actua en un club cutre a cambio de sexo. De trasfondo, la sociedad alemana está cambiando, los Nazis están ganando terrero... es el momento en el que el mundo cambiará para siempre. Y no podemos contaros más, sólo decir que tiene un final brutal, que te deja con un nudo en la garganta, con ganas de llorar, con rabia, tristeza y una pizca de miedo, sabiendo como sabemos hoy en qué desenvocaría el nazismo.

Aquí tenéis una foto de los personajes Sally Bowles, Emcee y Cliff Bradshaw:

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Una producción estupenda, una puesta en escena increíble, momentos de espectáculo puro y duro, momentos teatrales muy bien interpretados, una historia de amor adulta gracias a Fraulein Schneider y Herr Schultz, escenas de la perversión sexual de esos años, tintes dramáticos cobre los judíos y el nazismo y el personaje de Emcee, que nos acompaña a lo largo de la historia, hacen de este musical uno de los mejores que ha visto Madrid.

Por cierto, que al empezar el segundo acto, Emcee cogió a dos personas del público, una chica primero y un chico después, para bailar y bromear con él un minutito encima del escenario... y, ¿a qué no sabéis a quién le tocó bailar? ¡A Luis! Emcee primero bailó con una chica sentada a la izquierda del escenario, pero cuando se fue a la parte derecha y empezó a bajar las escaleras, se veía venir lo peor... ¡y sí! Agarró a Luis al escenario y ale... ¡a bailar! Ahí va la pequeña conversación que tuvieron, de risa:

Emcee: ¿Con quien has venido?
Luis: Con mi mujer.
Emcee: Pues olvídate de ella. Eres muy alto y grande, ¿tienes algo de alemán dentro de ti?
Luis: No (tronchándose de risa, viéndolas venir)
Emcee: ¿Te gustaría tenerlo?
Luis: (Risas)
Emcee: Te lo puedes pensar, si quieres, y luego lo hablamos.
Luis: Vale, me lo pienso y luego te digo algo.

¿Os imagináis a Luis bailando con él?

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Jejejejeje... ¡Qué risas! Aunque tengo que decir que me hizo mucha ilusión y mucha gracia ver a mi marido encima del escenario... aunque fuera bailando con Emcee! :))))

Un besiñu
Lau

martes, 25 de octubre de 2005

De cumpleaños a... ¡Venecia!

¿De qué cumpleaños estamos hablando? Del de Laura.

¿Cuándo es el dichoso cumpleaños? El 15 de Noviembre.

¿Cuántos años cumple la Lau? Nada más y nada menos que... ¡27!

¿Cómo lo vamos a celebrar? ¡En Venecia!

Sí, sí... ¡En Venecia! Luis me invita (y se invita, claro ^_^) a pasar una semana en la romántica ciudad de Venecia. ¡Maravilloso!

Pues eso, para que lo sepáis. El viernes 11 de noviembre cogemos un vuelo directo a Vencia Marco Polo, para volver a Madrid el sábado 19 del mismo mes. Además, ya tenemos hotel: nada más y nada menos que un pequeño palacete del siglo XIII (con tan sólo 9 habitaciones) situado al lado del Ponte Rialto, con salida directa al Canale Grande. ¡Qué pasada!

¿Planes? Pues muchos, claro. Además de visitar al completo la ciudad de Venecia, pasear por sus calles, dejarnos llevar en góndola y demás historias varias, queremos ir a las cercanas islas de Burano, Murano y Torcello, y también dedicar un día a la vecina ciudad de Verona (¿se respirará ambiente shakespeariano? ¿Encontraremos el balcón de Julieta? Ay, Romeo, Romeo...^_^). Sabemos que probablemente nos va a llover y que probablemente también tendremos que soportar algun día de "acqua alta", o mareas altas, que inundan la ciudad entre noviembre y marzo... ¡pero es una experiencia más! Y nos morimos de ganas de vivirla...

Ya os contaremos, pero de momento, desde aquí, pinta de maravilla. Para ir abriendo boca, aquí os dejamos un par de fotos (sacadas de internet, por supuesto) del hotelito reservado para la ocasión. En la primera, podéis ver el hotel desde el Canale Grande:

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Y aquí, podéis ver una vista del Canale Grande desde la entrada del Palacete, ^_^:

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Aaaaaay, qué bonito... qué ganas...

Un besiñu
Lau

Días que pasan...

¡Hola a todos!

Sí, ya sé que hemos estado muy calladitos, pero es que queríamos que disfrutarais al máximo de las crónicas y las fotos de nuestra luna de miel, jejejeje, ^_^.

La vuelta a la normalidad ha sido dura (sobre todo para Luis, que llevaba 5 meses sin trabajar, viendo series de ciencia-ficción sin parar), pero se ha llevado más o menos bien, gracias a que no hemos parado los últimos fines de semana. Que si quedar con Jesús, Eriko y el pequeño Alejandro para tomar un café, que si cumbrecita del foro Espacio Japón, que si comida y tarde fotográfica con amigos para enseñar las fotos de la luna de miel, que si visita de Amber y Miki... En fin, que no hemos parado. :))))

Laura está espléndida, por cierto, porque este mes de octubre es ya, oficialmente, ¡autónoma! Es su propio "jefe" y está muy contenta y emocionada ante esta nueva etapa de su vida laboral. De momento, tiene suficientes alumnos para tener un sueldecito digno, aunque sigue buscando empresas donde ofrecer sus servicios (¡toma ya! Eso ha sonado raro, raro, raro...). Por cierto, tengo que decir (Lau al habla), que hice todos los papeles en la VUE (Ventanilla Única Empresarial) que está en Campo de las Naciones (en Madrid capital) y sólo puedo decir que fue una GOZADA. Me dieron hora a las 9h y a las 9h una chica me atendía en su despacho, hablábamos de mi plan laboral, me daba instrucciones para rellenar dos tipos de papeles (los de Hacienda y los de la Seguridad Social) y me lo explicó todo no solo muy amablemente sino también muy detalladamente. Seguidamente, sin ni siquiera esperar, me llamó el representante de la Comunidad de Madrid, tuve que rellenar otro papelito (aunque lo hizo él, un chico muy simpático e interesando en mi trabajo) y dos minutos más tarde me envió al escritorio del representante del Ayuntamiento. Al no tener local físico, no tuve que hacer nada, el chico simplemente anotó algo en mi "ficha" y me dijo que fuera a la sala de espera cinco minutos, que en nada me darían de vuelta los papeles sellados. Y cinco minutos fueron, vino una chica, me dio los papeles sellados de Hacienda y me dijo que ahora vendría a buscarme la representante de la Seguridad Social. Dos minutos después, vino a buscarme, rellenamos un par de cositas más y dos minutos después salía de la VUE siendo ya oficialmente autónoma. Todo en menos de una hora. FANTÁSTICO. A veces nos quejamos de que las cosas en España van como van, de que el papeleo va como va, etc... pero cuando hay algo tan bueno y positivo como la VUE también hay que decirlo, no? No sólo es rápido y eficaz (ya que en un solo sitio puedes hacerlo todo... y en menos de una hora), sino que son muy amables y responden a todas tus preguntas en detalle y con paciencia. Pues hay que felicitarles por ello, porque todos sabemos que en España a veces estas cosas van bastante mal, pero mira, parece que las cosas van cambiando... y hay que alegrarse por ello. Ojalá vayan apareciendo más iniciativas como la VUE en otras ciudades (que ya las hay, pero más, digo), porque merece muchísimo la pena.

Un besiñu
Lau y Luis

domingo, 9 de octubre de 2005

Honeymooning around the globe II: The French Polynesia

De luna de miel por todo el mundo II: La Polinesia Francesa

Seguimos con la crónica de nuestro viaje de luna de miel. A continuación, la segunda parte. ¡Esperamos que la disfrutéis!

Jueves 15 de septiembre
LOS ANGELES – PAPEETE – MOOREA

Después de un vuelo de unas 7 horas y media, llegamos a la capital de Tahití: Papeete. Lo primero que da la sensación de estar en un lugar totalmente diferente es que, nada más bajar del avión, hay un trío de hombres polinesios tocando la guitarra y el ukelele y cantando, para darnos la bienvenida, mientras unas chicas nos dan una flor a cada uno. Luego, una vez recogido el equipaje, vemos que hay un montón de agencias de viaje con carteles con nombres, y en uno de ellos está el nuestro, ya que nos están esperando. Entonces, aparte del típico collar de flores tiare (la flor típica de la Polinesia), recibimos toda la documentación necesaria para disfrutar de esa semana en la Polinesia y con las maletas dejamos la Terminal internacional y nos vamos a la “doméstica”, donde nos espera una avioneta (sí, sí, otra vez “avioneta”, ¡como la del Gran Cañón! Pequeña, pequeña…) para llevarnos a la cercana isla de Moorea, “la hermana pequeña” de Tahití que se encuentra a tan sólo 17km a través del Mar de las Lunas de Tahití y cubre un área de unos 136km.

El vuelo, de 10 minutos de duración, es corto pero intenso, ya que desde el aire podemos disfrutar de la belleza de la laguna de la isla y de sus dos bahías: la bahía de Cook y la bahía de Opunohu. Nuestro hotel, el Pearl Resort & Spa, está situado al este de la bahía de Cook y muy cerquita del aeropuerto. En el hotel nos dan la bienvenida con otro collar de flores (¡qué olor!) y con un zumo de frutas tradicional, mientras descansamos en los sofás al lado de la recepción y realizamos todo el check in. ¡Esto sí que está bien organizado! Como hemos llegado muy temprano por la mañana y en teoría no se liberan habitaciones hasta las 15h, nuestra habitación (que era un bungalow jardín) no está lista, así que nos ofrecen un trueque: nos ofrecen para este día una habitación jardín (de menor calidad que la que teníamos reservada, ya que es habitación y no bungalow) y luego nos cambian para las dos noches siguientes a un bungalow playa. Sin pensarlo lo aceptamos porque salimos ganando de todas todas: no sólo podemos relajarnos desde ya mismo en la habitación, sino que después tendremos un bungalow de régimen superior al que habíamos reservado. ¡Genial! Y cuando entramos en la habitación, flipamos: ¡era enorme y con terraza! Y con florecitas frescas encima de la cama, en forma de corazón… Oooooh… ^_^ Y eso que es la habitación “peor” del hotel! Nos ponemos nuestros bañadores y nos vamos al “activities desk” a reservar un par de excusiones: una en 4x4 alrededor de la isla (para ver el interior volcánico de la isla y una perspectiva de las dos bahías) y otra al Tiki Village, un teatro-villa de estilo tradicional donde uno puede disfrutar de una cena y un espectáculo de baile tradicional.

Damos una vuelta por el hotel… ¡es precioso! De estilo completamente tahitiano, tiene 23 habitaciones jardín, 16 bungalows jardín, 12 bungalows jardín de lujo con piscina privada, 9 bungalows playa y 28 bungalows overwater. Aquí tenéis a Laura (con florecita en la oreja, al estilo tahitiano) delante de algunos bungalows overwater:

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Además, tiene un bar-restaurante, un restaurante y un restaurante gourmet, de tan sólo 6 mesas. La piscina, preciosa, da directamente al mar y a la playa… Y en un bungalow especial te dan gratis todo lo que necesites para disfrutar del mar: kayaks, pedales con motor, equipos de snorkelling, toallas, etc. Cansados del viaje y de todo el cambio horario, cogemos un par de toallas y nos tumbamos en unas tumbonas que hay en la playa (¡de arena blanquísima!) a descansar bajo la sombra de una palmera cocotera. ¡Esto es vidaaaaaaaaaaaaaaa! Y qué aguas más cristalinas… buf, fantástico… Esto parece el paraíso!. Aquí tenéis una foto de la piscina (a la izquierda estaría el mar y a la derecha, el monte más alto de Moorea):

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En fin, pasamos el día entre la playa y la piscina, descansado, tomando el sol, nadando, flotando, al sol, a la sombra de la palmera, jugueteando con la arena blanca, etc… Comemos en el restaurante y decidimos probar la comida tahitiana: entre los platos que pedimos, hay un plato de pescado crudo marinado a la leche de coco (¡buenísimo!) preparado de cuatro maneras diferentes y una ensalada tahitiana… Todo de muerte, claro.

Al volver a la habitación, ¡sorpresa! Nos han dejado una botella de champagne, ¡todo un detalle! Y además, nos han invitado a un cóctel de champagne en la playa, a orillas del mar, cuando caiga el sol. Nos echamos una siestecita, nos cambiamos y ale, nos vamos al cóctel. Sorprendentemente, somos los únicos en acudir (¡venga champagne!),así que podemos charlar tranquilamente con el maitre del restaurante gourmet, un francés muy simpático que nos atiende y explica mil y una cosas diferentes de Moorea. Además, decidimos reservar una mesa en el restaurante gourmet para cenar bajo las estrellas y en la playa el sábado. ¡Guay! En esta foto, podéis ver al lado de la canoa (utilizada para servir desayunos a los bungalows overwater) la mesita con las botellas y copas de champán. A la derecha, una de las mesas del restaurante gourmet :

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Finalmente, otra pareja española (de Mataró, para ser más exactos) aparece por el cóctel, hablamos todos un poquito y nos sentamos en una de las tumbonas de la piscina, iluminada con varias antorchas que marcan el borde de la piscina, charlamos ahí un poquitín… y tras cenar un poquito, que Luis tiene hambre, nos vamos a dormir.

Viernes 16 de septiembre
MOOREA

Nos levantamos tempranito, dejamos la habitación (a la espera de que nos den las llaves de nuestro bungalow de playa… ¡uau!) y bajamos a desayunar para quedarnos directamente en la piscina y en la playa (un rato aquí, un rato ahí). Decidimos coger un equipo de snorkelling y seguir las instrucciones que nos había dado el maitre del restaurante gourmet la noche anterior: alejarnos del hotel, cruzar una parte muy profunda de la laguna y llegar a un pequeño jardín de coral que cubre bastante menos aunque está bastante alejado ya de la costa, más o menos a la misma distancia de la costa que de la barrera de coral. Y la verdad es que disfrutamos muchísimo del espectáculo: ¡cuántos pececitos de colores! ¡Cuántos corales de diferentes colores! No podíamos parar de mirar bajo el agua, de nadar, de mezclarnos con los peces… qué preciosidad. Aquí tenéis una pequeña vista de la playa :

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Después de un buen rato de snorkelling, de relajarnos en el agua del mar, bajo el cocotero, en la piscina, de aquí para allá, comemos algo en el bar-restaurante (¡cerveza tahitiana! Jejejejeje) y descansamos un poco más antes de prepararnos para ir al Tiki Village. A las 17h, nos recogen en el hotel y nos llevan en autobús hasta el Tiki Village (http://www.tikivillage.pf/). Ahí, nos dan la bienvenida con una poco de ponche tahitiano (zumo de frutas con alcohol, qué rico) y nos enseñan cómo abrir un coco con la única ayuda de una estaca de madera sujetada entre los dedos de los pies. Ya, seguro que lo pruebo yo en casa y me rompo la mano y el pie… en fin.Aqiuí lo tenéis, en plena "clase":

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Después, nos dividen en grupos (según los idiomas que hablamos) y nos da la bienvenida un chico que habla español (dice que pasó un año en España… ¿trabajaría para el espectáculo de la Polinesia de Port Aventura?) y nos hace un pequeño tour por todo el Tiki Village: una especie de poblado hecho al modo tradicional con tiendas de pareos, sitios de tatuajes (a su manera… ¡qué chulos son!), esculturas hechas con coral, tiendas de perlas negras, etc. Todas ellas, además, son tiendas en las que no sólo se muestran las artesanías tradicionales de la Polinesia, sino que también puedes comprar las esculturas, puedes hacerte un tatuaje, etc. También nos enseña cómo funciona el horno tradicional polinesio, cavado en la tierra aprovechando el calor de las piedras volcánicas. Y aunque dice que actualmente ya no se utiliza como antes, lo cierto es que en celebraciones especiales todavía lo usan para cocinar la comida.¡Y había comida preparada para nosotros!

Después del tour por el Tiki Village, nuestro guía se despide (tiene que prepararse para el espectáculo de danza y fuego… ¡es uno de los protagonistas!) y nos juntamos con los demás para cenar mil y un platos típicos de la zona en el tama’araa (la cena típica): a Lau le encantó una especie de bola frita hecha de coco (¡qué buena estaba!). Como curiosidad, había unos plátanos de color marrón oscuro que tenían un sabor fortísimo, y desde luego sabían a cualquier cosa menos a plátano! (Laura ni los probó, jejejeje... inteligente, la chica!). Mientras cenábamos, disfrutamos de una demostración de pareos. Primero un hombre, y después una mujer, nos enseñaron mil y una maneras de ponernos el pareo. ¡Qué pasada! Lo que se puede hacer con un cacho de tela… increíble.

Cuando terminamos de cenar, nos fuimos directamente a sentarnos en las gradas para disfrutar del espectáculo: la Danza del Fuego!. Según nos contaron, la historia (sólo música y baile, nada hablado) contaba cómo el pueblo polinesio perdió el fuego y se embarcaron en una aventura hacia las lejanas islas Cook en busca del preciado fuego. El espectáculo, de más de media hora de duración, fue increíble (y nuestro guía español… qué bien bailaba… y qué bien estaba, ya que lo podemos decir, jejeejeje). Las mujeres venga a mover la cadera y a cambiar de ropas (se pusieron un montón de modelitos), mientras los hombres bailaban entusiastamente primero, y jugaban con fuego después. Impresionante lo que hicieron con las antorchas, la verdad… Fue precioso. Habrá un especial fotográfico en el blog de Luis, pero mientras tanto aquí va una pequeña selección:

Las mujeres, venga a mover la cadera, con uno de sus múltiples trajes:

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Los hombres que llegan a las islas de Cook y luchan por el fuego:

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¡Y lo consiguen! Aunque con esos trajecitos (esos culetes morenoooos) y esos tatuajes tan sexis, buuuuf... Aquí tenéis a nuestro guía español, jugueteando con el fuego (ay, ay, ay, qué miedo):

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Y otra foto exepcional, un grupo de hombres haciendo unas piruetillas con el fuego. ¡Brutal!

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Y para recordar esa noche tan espectacular, aquí nos tenéis a nosotros dos con bailarinas y bailarines. Aquí tenéis a un Luis muy contento con dos guapísimas bailarinas con suje de coco, jejejeje:

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Y para no ser menos, aquí tenéis a Lau con tres bailarines... El que está a sus pies, por cierto, es nuestro simpático (¡y guapo!) guía:

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En fin, hay mil fotos más del espectáculo del Tiki Village, pero aquí ya hemos puesto suficientes. Para ver más fotos, ya sabéis, visitad el blog de Luis.

Sábado 17 de septiembre
MOOREA

Nos levantamos tempranito para coger el 4x4 que nos daría una buena vuelta, durante toda la mañana, por la isla de Moorea. Tenemos suerte con nuestro guía, llamado Maui, muy simpático y enrollado, que parece un entusiasta de la fotografía pues cuando ve la cámara de Luis se emociona mucho y no para de darle consejos y decirle “Rodríguez, la foto así mejor” o “Rodríguez, por aquí, por aquí una buena foto”. Qué risas.

En fin, el guía nos lleva primero por las dos bahías de la isla, la bahía de Cook y la bahía de Opunohu (curiosamente cuando Cook llegó a Moorea entró por la bahía de Opunohu, no por la de Cook :P) y nos explica que la segunda es propiedad privada del gobierno y que gracias a ello esta bahía no ha cambiado mucho a lo largo de los años ya que el gobierno lo tiene prohibido. Aquí una imagencita:

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Cuando hemos visto las dos bahías desde abajo, decide meterse por un camino de cabras (es también un camino privado, realmente, así que para entrar hay que pagar) y empezamos a subir (¡no había suficientes sitios para agarrarse! Eso sí que es un 4x4!) la montaña en busca de las espectaculares vistas de las dos bahías, la barrera de coral y el monte Rotui desde Belvédère (uno de los mejores sitios para observar la belleza natural de Moorea). Eso sí, antes de llegar al Belvédère paramos en mil y un sitios diferentes: a mitad de subida, al pie de un acantilado, empezamos a ver cómo Moorea vive mirando a la laguna y la barrera de coral, vemos una gran diversidad de flores (algunas plantas eran más altas que Lau… jejejee), nos enseñan plantaciones de piñas, cocos, limas y muchas otras frutas de la zona, nos enseñan un puesto de vainilla y nos explican cómo crece y cómo se cultiva esta planta (la Polinesiaes el segundo productor mundial de vainilla, después de Madagascar, y no producen más porque aquí no hay abejas que polinicen la orquídea de la vainilla, como en Madagascar, y lo tiene que hacer el ser humano flor por flor, pero a cambio, los grandes chefs valoran la vainilla polinesia mucho más), vemos el monte Rotui desde diferentes perspectivas… y finalmente llegamos al Belvédère y nos quedamos con la boca abierta. La vista es simplemente espectacular: el monte Rotui se planta orgulloso entre la bahía de Cook (a la derecha) y la bahía de Opunohu (a la izquierda), mientras la barrera de coral rodea la isla. Precioso. Y aquí nos tenéis, con la bahía de Cook a la derecha (casi no se aprecia, así que imaginación... ¡es que no cabia todo en la foto!) y la bahía de Opunohu a la izquierda:

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A la bajada, paramos en un marae (para ser más exactos el marae Afareaito), un antiguo templo tradicional. Al contrario que los templos de muchas otras culturas, el marae no tiene paredes ni techo, es una estructura de piedras a la que sólo podían entrar los hombres (ni mujeres ni niños) para discutir sobre temas importantes para el pueblo. La última parada del tour es en el Jus de Fruits de Moorea, un puesto de “zumos de fruta de Moorea”. Y bueno, ejem, sí, son zumos de fruta… pero con alcohol. Nosotros probamos chupitos de 7 variedades diferentes: el zumo tahitiano (muy suave, muy rico), la crema de vainilla, la crema de coco, un zumo de piña con muuuuuucho alcohol, etc. En fin, que había de todo, algunos suavecitos y refrescantes, otros que eran casi alcohol puro y duro… Al salir del puestecito, nuestros guías habían abierto un coco y una piña y nos la ofrecían (¿sería para evitar que el alcohol nos subiera a la cabeza?) para despedirse y llevarnos de vuelta al hotel. Luego comprobaríamos que en la Polinesia es típico acabar cualquier reunión con piña y coco… Claro, tienen tantísimo, que realmente no resulta caro!

De vuelta al hotel, comemos algo en uno de los restaurantes y salimos a dar un paseo por Maharepa, la zona cercana al hotel en busca de un par de pareos tahitianos. Y los encontramos, los encontramos en una tienda llamada Maison Blanche, que expone sus pareos en el jardín que da a la carretera principal. Contentos con nuestra adquisición, volvemos al hotel y nos relajamos tranquilamente en nuestro bungalow playa: Luis duerme una siestecilla, mientras Lau se sienta en la terraza a admirar las vistas.

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Un bungalow, por cierto, fantástico, y con una terraza que está a un metro y medio de la orilla de la playa. Después, nos bañamos un poco en la playa y nos preparamos para ir a cenar al restaurante gourmet del hotel. Y cuando llegamos, uau, qué bonito está todo. Nuestra mesa, situada sobre la arena de la playa, está sólo iluminada por la luna (que va y viene, se esconde a veces tras las nubes) y por dos antorchas de fuego, una delante y otra detrás, además de la tímida luz de dos velitas que flotan entre agua y flores en la misma mesa. Precioso. Para muestra, una foto:

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Empezamos con una copita de champagne (¡de perdidos al río!) y repasamos la carta para pedir al final el menú degustación: dos entrantes, un principal y una degustación de todos y cada uno de los postres. Aunque antes de empezar, el chef nos obsequió con una copa degustación de un plato que no figuraba en la carta. Decidimos, además, dejarnos aconsejar por nuestro maitre en cuestión de vinos (copita de Chablis para los entrantes, y luego un tinto de Burdeos para Lau y un blanco también de Burdeos para Luis, más un tinto dulce para el postre… ¡vengaaaaa!) Como entrantes, pedimos una especie de tartar de salmón con salmón ahumado (ambos), Lau se pidio una especie de ensalada de vieiras y Luis una ensalada con langosta, con forma cilíndrica y la langosta en la capa intermedia, desmigada, y con un trozo de langosta a la parrila colocado encima. Buenísimo todo, claro. Como principal, Lau probó pato con salsa especial, mientras que Luis se decidió por un pescado especial recomendado por nuestro maitre (no recordamos el nombre, ^_^). ¡Y los postres! Un plato enorme con pequeñas degustaciones de los postres de la carta, entre los que había una mousse de tiare (la flor nacional), una mousse de mango, un babarois, un pastel de chocolate, fruta fresca… y en el centro del plato, un bizcochito caliente de chocolate con chocolate fundido en el interior. En fin, una delicia. Una de las noches más románticas y preciosas de nuestras vidas, aunque el precio de la cena fuera el más caro de nuestras vidas!!!! (supero a la cena del hotel Luxor en Las Vegas! Pero desde luego mereció la pena!)

Domingo 18 de septiembre
MOOREA – BORA BORA

Por la mañana, después de desayunar, nos despedimos de Moorea y cogemos un avión a lo que después llamaríamos siempre “El Paraíso”, Bora Bora. Las vistas desde el avión de Air Tahiti son simplemente espectaculares, sobre todo porque el avión primero hace escala en Huahine, y tenemos unas vistas preciosas de esta isla, a la que quizás vayamos en el futuro, pero luego, según nos vamos acercando ya a Bora Bora, las vistas son todavía más espectaculares: la barrera de coral y los motus (pequeños islotes) dejan paso a una laguna de colores espectaculares, playas de arena blanca y palmeras. Eso, lo que os decíamos, El Paraíso. ^_^. Aquí tenéis una vista desde el avión (aunque hay muchas, a cual mejor):

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Cuando llegamos al aeropuerto, los encargados del hotel nos están esperando para recoger nuestras maletas, ponernos otro collar de flores y llevarnos, en su propio barco, al hotel. ¡Uau! Y qué bueno fue ese viajecito del aeropuerto al hotel por la laguna: ¡qué vistas! No se puede explicar con palabras y las fotos tampoco le hacen justicia, así que os recomendaríamos que fuerais vosotros y los vierais con vuestros propios ojos, jejejeje…

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Al llegar al hotel y después de hacer el check in (ahí nos dan un coco llenito de leche de coco, y con una pajita incrustada para beber), nos informan de que nuestra habitación no está lista todavía (normalmente en la Polinesia el check in es a las 15h y el check out a las 11h), así que aprovechamos para ir a comer al restaurante-bar que está al lado de la piscina y acercarnos al “activities desk” a reservar un par de actividades: nadar y dar de comer a las rayas y a los tiburones, y un tour en 4x4 por la isla. Una vez hecho todo esto, nos informan de que nuestro bungalow overwater (totalmente sobre el agua) ya está preparado: ¡y allá vamos! Y qué preciosidad de bungalow, por favor. Además de tener flores por todas partes (¡hasta en el baño! Jejejeje), tiene una mesa con cristal desde la que dar de comer a los pececitos, una terraza con dos hamacas comodísimas y unas escaleras que bajan directamente a una plataforma encima del mar. Nos ponemos los trajes de baño y directos que nos vamos a hacer snorkelling, bajando desde nuestra terraza al mar, ya que en este tipo de bungalows te dejan el set de snorkelling en el armario con lo que no tienes ni que ir a pedirlo!. ¡Cómo mola! Y los alrededores del hotel, bajo el agua, son preciosos: en Moorea vimos muchos corales y muchos pececitos de colores… pero en Bora Bora todavía vemos más! Todo un espectáculo, de verdad, increíble. Aquí tenéis una foto de los bungalows overwater (el nuestro es el cuarto), que dan directamente al mar y tienen unas vistas preciosas del motu principal:

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A media tarde, cansados de tanto snorkelling (es que uno no puede parar, es tan chulo eso de ver a los peces y los corales), nos cambiamos y cogemos el barco lanzadera a Vaitape, la “capital” de la isla principal (nuestro hotel está en un pequeño motu, un islote, frente a la isla principal). Según la guía y todas las informaciones, Vaitape es la zona con más “actividad”: tiendas, bares, restaurantes, etc. Y ejem, vale que cuando llegamos son las 18h y consecuentemente está todo cerrado, pero igualmente hay tres tiendas, dos iglesias (los polinesios son muy religiosos, porque en sitios con tan poca población hay iglesias católicas, protestantes, mormonas, metodistas, etc.) y un bar con hamburguesas y poco más… Jejejejeje… En fin, aprovechamos y damos un paseo por la zona. Además de los típicos cangrejos que pueblan las zonas húmedas (también los vimos en Moorea) y que se esconden como locos cuando te oyen venir (¡qué graciosos son! Y están por todos los lados, ya que toda la zona que bordea la carretera está llena de agujeros hechos por los cangrejos), vemos también cómo vive la gente de Bora Bora… y hay de todo. Desde casas bonitas al lado del mar (estilo tradicional, pero cuidado) a casas estilo chabolas, con los críos jugueteando descalzos por las calles, etc. Todo un contraste. Después del paseo, cogemos la lanzadera otra vez al hotel y decidimos cenar en el restaurante gastronómico, que aunque estaba bueno, naturalmente no tenía nada que ver con el restaurante gourmet de Moorea, jejejee.

Lunes 19 de septiembre
BORA BORA

Nos despertamos muy temprano (aunque Lau no ha dormido mucho… entre el ruido del viento colándose por las paredes y el techo del bungalow y el agua chocando contra los pilares no ha descansado, jejejejee) y después de desayunar cogemos la lanzadera a Vaitape donde nos recogen para ir a la primera excursión que haremos en la isla: dar de comer a los tiburones y a las rayas. ¡Uaaaaau! Conocemos a nuestro capitán, un cachondo mental que habla cualquier idioma “con imaginación” y que para unos es Bob (su nombre en inglés), para otros es Tanaka (su nombre en japonés), etc. En fin, todo un personaje. Junto al cámara que grabará toda la excursión tanto fuera como dentro del agua, nos metemos en una típica canoa polinesia y nos adentramos en la laguna hasta llegar a una zona, muy cercana a la barrera de coral, que cubre muy poco (Luis hace pie, Lau no, por supuesto). El agua, tiene un color increíble:

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Ahí, Bob coloca una cuerda entre unas boyas y nos indica que bajemos con nuestro set de snorkelling y que nos agarremos a ella para disfrutar del espectáculo. Dicho y hecho. Y vaya espectáculo… Bob echa comida, claro, y las rayas y los tiburones, además de mil pececitos de distintos colores, hacen su aparición para comer. Glups… Todo da respeto al principio, porque los tiburones, aunque sepas que no te van a hacer nada, ¡tienen cara de tibures, los bichos! ^_^ Y te pasan a 20 centímetros!!!!!!

Con la adrenalina a tope, subimos otra vez a la canoa. Aquí nos tenéis, sonrientes después de haber sobrevivido a los tiburones, jejejeje:

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Pues eso, subimos otra vez a la canoa y dando una vuelta por la laguna, nos dirigimos a la zona sur-oeste donde está el “Jardín de Coral” una de las zonas más bonitas y bellas de la laguna de Bora Bora con mil peces y corales diferentes. Nos ponemos nuestros equipos de snorkelling otra vez y ale, venga ver corales de diferentes colores (a Lau le encantaron los corales violetas casi fosforescentes) y pececitos de colores y tamaños diferentes, en una zona que ya cubre unos 6 metros. Por ver, hasta vimos una morena… ¡qué miedo! Y qué asco de bicho, por cierto. Bob nos da pescado a todos y de golpe y porrazo nos vemos literalmente rodeados por mil pececitos de colores que quieren comer… es un espectáculo maravilloso.

De vuelta a la canoa, seguimos dando un paseo por la laguna hasta llegar a una zona en un motu a la que llaman “Lagoonarium”. El Lagoonarium consta de diferentes “piscinas” en la playa, unas abiertas, otras cerradas, en las que crían y se encuentran diferentes animales acuáticos. En la primera zona, en la que está prohibido bañarse, están unas preciosas tortugas que están criando. No podemos nadar, pero sí podemos tocarlas y saludarlas un ratito… ¡Mola! A continuación, nos metemos de lleno en una zona repleta de tiburones, rayas y… ¡bonitos! Y qué susto le metieron los bonitos a Lau, por cierto, ¡hasta más que los tiburones! Y es que los bonitos, además de ser unos bichos bastante grandes, se mueven con mucha rapidez y van y vienen que da gusto. En fin, ahí damos de comer otra vez a tiburones, rayas, bonitos y más peces (grandes y pequeños) que pululan por la zona… Y Luis hasta toca la aleta de uno de los lemon shark, uno de los tipos de tiburones que había. Podemos interactuar un poco más con las rayas, muy simpáticas ellas, que no paran de acariciarte las piernas y el culete, jejejeje, y a las que puedes tocar sin problemas porque se acercan muchísimo. Por arriba tienen un tacto un poco resbaladizo, pero por debajo, por donde tienen la boca y las branquias, son muy suaves! Por cierto, que quien nos quiera ver en plena acción, puede venir a casa y disfrutar del DVD que compramos después de la excursión... ¡salimos muchísimo!

Al mediodía, volvemos al hotel y muy cansados, comemos y descansamos un poco en nuestro bungalow (entre la cama, las hamacas de la terraza, el agüita… esto es vida). A media tarde, recibimos una invitación para ir a tomar algo en la terraza-bar del hotel, donde se organiza un desfile de joyas, tanto para hombre como para mujer, hechas con perlas negras, un tipo de perlas típico de la Polinesia. Y para allá vamos: Luis toma un típico cóctel hecho a base de frutas, mientras que Lau se toma unas copas de champán mientras ven el desfile y se aguantan las ganas de comprarse alguna de las joyas… ¡qué preciosidad!

Después, vamos a cenar y aprovechamos para coger pan para dar de comer, desde el agujero del suelo de nuestro bungalow, a los pececitos. La mesa es peculiar, porque en realidad son cuatro planchas de cristal, con una encima que se quita. Luego se enciende una luz, y claro, al estar oscuro, los peces tienden a ir hacia las zonas de más luz, y cuando empiezas a echar pan, empiezan a venir como locos y a comer. Lau siempre recordará a Luis hablando con los pececitos: “bueno, chicos, se me ha acabado el pan, así que ala, ya no hay más, os tenéis que ir… lo siento, pero mañana vengo y os doy más”. ¡Qué risas!

Martes 20 de septiembre
BORA BORA

Otra vez nos levantamos muy temprano (parece raro madrugar tanto estando de vacaciones, pero no es tan extraño, porque allí a las 18h empieza a ponerse el sol, cenas sobre las 19h30, y te acuestas prontito, con lo que a las 7 de la mañana, que ya hay mucho sol, no te sientes cansado) y después de desayunar cogemos la lanzadera a Vaitape, donde nos espera nuestra guía-conductora del 4x4: una chica muy agradable, cachonda y simpática que hablaba muy bien español, aunque como en la excursión nos tocó con una pareja de americanos sosos, pues la chica estuvo hablando a ratos en inglés y a ratos en español (se notaba que le encantaba hablar español, aprovechaba cualquier momento).

Pensábamos que el 4x4 de Moorea había sido heavy, metiéndose por caminos de cabras muy chungos, llenos de piedras y en pendientes imposibles… pero el 4x4 de Bora Bora fue todavía más heavy, jejejejejeje. ¡Esta chica está loca y se mete por caminos casi imposibles! (llamarlos caminos casi es demasiado!) Pero moooooola, ^_^. Nos metemos por un camino de cabras (por llamarlo de alguna manera) y subiendo subiendo subiendo (nos faltan manos para agarrarnos…) llegamos a la zona oeste de la isla principal, donde además de ver unas preciosas vistas de la laguna, nos encontramos con un par de cañones de la segunda guerra mundial, propiedad en su momento de los estadounidenses, que los colocaron ahí después del ataque de los japoneses a Pearl Harbor, por si estos llevaban la guerra a los mares del sur del Pacífico. Los japoneses nunca llegaron a la Polinesia, así que los cañones nunca se utilizaron y hoy en día son un testimonio silencioso de los años en los que los estadounidenses vivieron (y tuvieron muchos hijos, según nuestra guía) en Bora Bora. De hecho, los americanos llegaron en 1942 y fueron ellos los que construyeron el aeropuerto, que hasta que no se construyó el aeropuerto de Tahití en los años 60, el de Bora Bora fue el aeropuerto internacional de toda la Polinesia.Total, que la vista es espectacular, mirad, mirad:

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Seguimos la excursión y llegamos a un puesto de pareos: con la utilización de pintura y cartones para tapar la tela, se crean unos modelos de pareos muy típicos de Bora Bora. Comemos un poco de coco y piña que nos ofrecen (es fantástico, les sobran tantas frutas que siempre te ofrecen así, de forma gratuita) y volvemos al 4x4 para subir un poco más por las montañas del motu principal de Bora Bora. ¡Dios mío, qué botes, qué pedruscos en los caminos, qué risas! Subimos un poco más y llegamos a una zona perfecta para ver la laguna y la barrera de coral en todo su esplendor, fantástico.¿No os encantaría tener una pequeña casita en este motu tan pequeñín, por ejemplo? Por cierto, que todo lo que véis de la barrera de coral para abajo es la "laguna" de manera que hay agua. Lo decimos porque ha habido gente que al vert estas fotos ha pensado que no había agua ahí. Y no, sí que hay agua... lo que pasa es que es tan clara y nítida y con tan poca profundidad que crea estos colores tan blancos:

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Al bajar, paramos en la única fábrica manual de perlas negras de Bora Bora, donde no sólo nos enseñan cómo se cultivan las perlas, sino que también nos enseñan cómo se clasifican (hay 4 clases de perlas, desde las más perfectas a las más imperfectas), los colores, las formas, etc. Finalmente, nos dejan dar una vuelta por la tienda y… snif, snif… qué joyas más preciosas… pero qué caras! ^_^

De vuelta al 4x4, nuestra guía abre un coco y una piña y nos la ofrece como despedida. Llegamos a Vaitape, nos despedimos de esta loca conductora (qué divertido ha sido, eso sí) y nos quedamos por la zona, aprovechando que las pocas tiendas que hay están abiertas. Comemos en un bar al lado de la carretera y nos dedicamos a dar una vuelta por las cuatro tiendas de Vaitape: cae otro pareo y un par de camisetas. ^_^. Cansadísimos, cogemos la lanzadera de vuelta al hotel y vamos directamente a la playa, a tumbarnos en una de las hamacas y descansar. Por cierto, fijaos en lo que hay en una de las playas del hotel... ¡un tiki! Una escultura típica y tradicional polinesia (a Lau le encantan, ^_^):

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En fin, en la playa tomamos el sol, nos bañamos en la playa (¡qué arena más blanca, por favor!), medio dormimos en la sombra de una palmera cocotera… y cuando nos cansamos de la playa, vamos a la habitación, bajamos por las escaleritas de nuestra terraza y nos damos un baño, mientras hacemos snorkelling por la zona.

Acabamos muertos, claro… ^_^

Miércoles 21 de septiembre
BORA BORA - PAPEETE

Después de desayunar, decidimos darnos un último baño en las aguas que rodean nuestro bungalow y descansar un poco en las hamacas de la terraza, disfrutando, por última vez, de las fantásticas vistas de la laguna y el motu principal. Aquí una vista del hotel desde nuestra terraza:

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A las 11h, hacemos el check out (entonces nos colocan un collar de conchas, que según nos contaron te lo ponen para que no te olvides de ellos y para que vuelvas) y nos sentamos a charlar un rato con otra pareja española que también se va de Bora Bora. Al mediodía, nos despedimos de ellos y cogemos el barco que nos lleva al aeropuerto para coger un avión de Air Tahiti y llegar a la capital de Tahiti, Papeete.

Por desgracia, llegamos demasiado tarde para disfrutar y pasear por el mercado de Papeete, así que decidimos disfrutar a tope de las instalaciones de nuestro hotel en Papeete, el Intercontinental. Aquí tenéis una foto general del hotel (al fondo se ve la cercana isla de Moorea):

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Por ello, nos ponemos el traje de baño y nos damos un buen baño en la piscina del hotel, que tiene de todo, desde una cascadita, a una zona más profunda que tiene el fondo pintado de un azul más oscuro, con lo que cuando ves la piscina desde fuera parece casi como una laguna en pequeño, con zonas de diferentes colores, y también hasta una especie de jacuzzi, al igual que lo había en el hotel de Moorea. Después de descansar en las hamacas y cuando el sol nos va abandonando, nos ponemos los pareos y vamos al bar de la piscina, que tiene happy tour (ya sabéis, “hora feliz”, es decir, 2x1), a tomarnos un par de cocktails típicos y vistosos, como por ejemplo el de Lau, que viene servido dentro de un coco (¡un coco relleno, no creáis que lo vacían primero, no…).

Más tarde, subimos a la habitación a cambiarnos y bajamos a cenar, acompañados por la música de las guitarras, tambores y ukeleles polinesios, ya que un grupo de músicos tradicionales ameniza la noche. Cansadísimos, decidimos pasar del espectáculo de danza que organiza el hotel esa noche (mejor que el Tiki Village no puede ser, ^_^) y vamos a dormir tempranito, ya que a la mañana siguiente nos levantamos a las 5h para abandonar, definitivamente, la Polinesia.

Jueves 22 de septiembre – Viernes 23 de septiembre
PAPEETE – LOS ANGELES – PARIS

A las 5h de la mañana nos levantamos, hacemos el check out y vamos al aeropuerto. La seguridad es impresionante, ya que todas y cada una de las maletas se abren (en presencia nuestra, eso sí) y se inspeccionan. Nosotros tenemos suerte y nos toca un oficial muy cachondo que ve que naturalmente nuestra maleta es la típica de unos turistas y poco más, así que entre bromas y cachondeo nos despacha muy rápidamente, guay. En la cola para el control de pasaportes, llega un grupo de hombres y mujeres vestidos en trajes tradicionales y empiezan a cantar y bailar ahí: ¡todo un espectáculo de danza polinesia ahí, en el aeropuerto! Qué gracia… aunque lo que no nos hace tanta gracia es ver un retraso de unas 2 horas en nuestro vuelo. No nos dan muchas explicaciones, aunque sí nos ofrecen un vale para coger algo de desayunar… Un rato más tarde, cuando la gente ya empieza a estar cabreada, el propio comandante explica que hay un problema con el motor derecho y que están trabajando en él para salir lo más rápido posible, pero según se acerca la hora de embarcar, nos vuelven a retrasar la hora, y así varias veces. Total, después de casi 4 horas de retraso, subimos y decimos adiós a la Polinesia.

Llegamos a LA y, absurdamente, tenemos que bajar del avión, pasar el control de pasaportes (es decir, que nos cojan las huellas de ambas manos y nos hagan una foto), que nos arranquen el papel que dos minutos antes nos había puesto el hombre del control de inmigración, salir del aeropuerto, volver a entrar por otro sitio, pasar el control de equipaje de mano y llegar a la sala de espera repleta de gente y sin apenas sitio a esperar para embarcar. Al cabo de un rato, embarcamos, para entrar en el MISMO avión y sentarnos en los MISMOS asientos, claro. Qué pérdida de tiempo, trabajo y energía, por favor. Cutre cutrísimo, además de que el aeropuerto de Los Angeles es de lo peor que hemos visto, antiguo, hasta arriba de gente, y cutre.

Con el retraso acumulado desde Papeete, llegamos a París tarde y perdemos la conexión a Madrid, de manera que después de hacer más de tres cuartos de hora de cola en la ventanilla de “Transfers” de Air France, conseguimos que nos den (otra vez) unos neceseres y que nos envíen a un hotel cercano para pasar la noche (cena y desayuno incluidos, eso sí). Llegamos al hotel Campanile, que parece un club whiskería de carretera de dudosa reputación, cenamos e intentamos dormir algo, ya que a las 5h nos tenemos que levantar para ir otra vez al aeropuerto.

Sábado 24 de septiembre
PARIS – MADRID

Después de casi no dormir (¿jet lag?¿habitación espantosa? ¿demasiado acostumbrados a hoteles de lujo en Polinesia?) y desayunar (un buffet con muy poquita variedad), llegamos al aeropuerto, facturamos y embarcamos sin problemas. Y finalmente, cansadísimos y con ganas de llegar a casa, a las once menos cuarto llegamos al aeropuerto de Madrid Barajas, donde nos esperan los padres de Luis.

Ha sido un viaje espectacular, increíble, que recordaremos toda la vida, aunque la vuelta se haya hecho tan dura, y es que hemos ido al extremo opuesto del mundo, pero desde luego, ha merecido muchísimo la pena.

Esperemos que os hayan gustado estas dos “pequeñas” crónicas y las fotos que hemos puesto. Si queréis ver más fotos, ya sabéis, venid a casa cuando queráis, ^_^.

Besitus,
Lau y Luis

domingo, 2 de octubre de 2005

Honeymooning around the globe I: USA

De luna de miel por todo el mundo I: EEUU

Sí, señores y señoras, ya estamos de vuelta. Después de 16 días de vacaciones y un viaje de vuelta de horas y más horas y más horas de avión, hemos vuelto a Madrid cansados, pero muy muy contentos. Ahí va la crónica de nuestro viaje, esperamos no daros mucho la lata:

Jueves 8 de septiembre
MADRID-PARÍS-SAN FRANCISCO


Más chulos que un ocho (si es que Luis le pega a Lau la “chulería madrileña”), la noche anterior a salir empalmamos y directamente no dormimos. ¿Para qué? Si el taxi viene a buscarnos pasadas las 4h de la mañana, jejeje. En fin, llegamos al aeropuerto en un plis (claro, a esas horas no está ni el Tato por la carretera) y facturamos sin mayor problema. El vuelo de Madrid a Paris es cortito y pasa rápido, aunque salimos un poquito tarde y eso naturalmente afecta a nuestra conexión París-San Francisco, ya que sólo teníamos una hora para la conexión y llegamos con únicamente media horita de antelación. Corriendo por las terminales del Charles de Gaulle como locos conseguimos llegar a tiempo para embarcar, todo sudados y cansados. ¡Genial, como no nos quedan horas de viaje ni nada!
El avioncito, eso sí, está muy bien, con sus pantallitas individuales, su trivial, su ahorcado y sus mil películas (Luis creo que se las vio todas, jajajaja).

Al mediodía (hora local de San Paco, naturalmente), llegamos a San Francisco, primera parada de nuestro viaje. Pasamos el tan temido control de inmigración (te cogen las huellas dactilares de ambas manos y te hacen una foto y todo…bestial) y ahí nos encontramos con la primera sorpresita que nos depararía Air France en este viaje: nuestras maletas no habían conseguido hacer la conexión en París, así que llegarían en día siguiente. Genial. Lo peor es que el nombre de Luis sí fue mencionado por la megafonía, y había un expediente a su nombre, pero de la maleta de Laura no se sabía nada, ni había expediente, aunque un hombre añade el identificador de la maleta de Laura al expediente de la de Luis, pero se nos queda una sensación rara. En fin, nos lo tomamos a cachondeo y con el súper necesercito de Air France bajo el brazo nos vamos a la estación del BART, el tren que conecta el aeropuerto con la zona de la bahía de San Francisco y que tiene parada muy cerquita de nuestro hotel. Y no veáis qué risas en la estación del BART, primera demostración de que los “americanos” como ellos se denominan (estadounidenses queda mucho mejor, gracias) son complicados hasta la muerte. No hay taquilla (o más bien sí la hay, pero los que están dentro pasan de venderte billetes, que para eso hay máquinas), sólo máquinas expendedoras así que vamos confiados, seguro que no habrá problemas, pensamos. Yeah, right. Vemos en una lista los nombres de todas las estaciones y los precios asociados. Miramos el precio de nuestra parada, vale, ya tenemos esa información: $4,95. Metemos un billete de $20, que obviamente es lo más pequeño que tenemos de un fajo grueso grueso de billetes iguales (mismo color, mismo tamaño… sólo cambia la cara del señor presidente… muy cómodo no es que sea, señores americanos, ¿no han pensado ustedes en cambiarlos?) y nos salen las siguientes opciones en la pantalla:

  1. Imprimir un billete de valor $20.
  2. Restar 5 centavos al valor $20.
  3. Sumar 5 centavos al valor $20.

Excuse meeeeeeeeeeee? Luego vemos que la máquina tiene cambio máximo de $5, creemos recordar, así que nos vamos a preguntar al hombre que está en la caseta que, supuestamente, es la taquilla. Mucho caso no nos hace, la verdad, y nos manda a las máquinas otra vez. Tiene que haber una manera, pensamos… hasta que finalmente vemos una máquina dispensadora de cambio. Cambiamos el pesado billete de $20 en cuatro de $5 y ale, para la máquina otra vez. Ponemos $5, le quitamos 5 centavos y ale, billete impreso. ¡Qué complicados! Con tanta tontería perdemos un tren, pero enseguida viene otro y ale, hacia San Francisco. En media horita llegamos a nuestra parada, Market St/Powell St y enseguida nos damos cuenta de que estamos en el centro de San Francisco: justo delante de nuestros ojos gira, todavía manualmente, un antiguo tranvía (un cable car, vaya, porque no lleva electricidad de ningún tipo, sino que se engancha a un cable que va bajo la calle y que está constantemente en movimiento). ¡Genial! Damos dos pasos por Powell St, que es la calle por la que sube uno de los tranvías y nos encontramos con nuestro hotel, Union Square. Subimos a la habitación, nos damos una duchita y nos ponemos las pilas para pasar la tarde visitando SF. Tenemos ahí un pequeño problemilla con llave (básicamente, que no cierra la puerta :P), pero al final conseguimos arreglarlo, y es entonces, tras contarle toda la historia de la llave en inglés al tío de recepción, cuando nos damos cuenta de que el tío era latino, porque llama por teléfono a uno de mantenimiento y le habla en español. Flipamos, claro.

Bajamos hasta Market St/Powell St para ver otra vez cómo gira el tranvía, empujado por tres operarios que lo giran hasta colocarlo mirando de frente a la vía contraria, y luego nos animamos a “seguir” la ruta del tranvía y empezamos a subir la calle Powell St. Y venga subidas y bajadas… y más subidas y bajadas. Aquí tenéis uno de los tranvías, girando con la fuerza bruta de los empleados:

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Nuestra primera impresión de SF: es como estar en una película. Las escaleras de emergencia por las fachadas, los coches de policía, los colgados que ves por las calles, los semáforos con la manita que indica que no puedes pasar… todo resulta “familiar” después de haberlo visto en mil películas. Seguimos paseando entre las cuestas de SF y nos encontramos con algo sorprendente, que en SF no deja de ser normal, claro: los aparcamientos en cuesta. ¡Qué pasada! A nosotros nos daría miedo dejar el coche en pendiente horizontal… Para muestra, un botón (y no nos digáis que no os daría miedo dejar el coche ahí...):

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Y también nos topamos con una calle hecha de escaleritas, naturalmente, porque la pendiente es demasiado brutal para hacerla tal cual, lisa (Vallejo Steps, se llamaba, creo). Se las ingenian todas para superar las pendientes… que si escaleras, que si calles en curvas como la de Lombard St (ya os hablaremos de ella, ya…).

Bueno, paseando que es gerundio nos damos cuenta de que hemos recorrido más de medio mapa dirección al mar, así que decidimos machacarnos un poquito más y llegar a la zona de Fisherman’s Wharf, un entresijo de restaurantes, bares, hoteles y tiendas al lado del mar. Nuestra Lonely Planet nos dice que cerca tenemos el bar restaurante Buena Vista, conocido por ser el primero en introducir el café irlandés en todo los Estados Unidos. Ale, pues, leído y hecho. Vamos y nos tomamos un café irlandés para recuperar fuerzas, que la verdad es que está muy rico, y algo de energía nos da, aunque con el cansancio del viaje y del paseo, ya empezamos a dar señales de agotamiento.

De vuelta, cogemos un tranvía hacia Powell St (cómo molan las “caídas libres” del tranvía, por cierto, en las cuestas abajo) y en Market St entramos en una hamburguesería y cenamos algo; bueno, Luis no puede decir que “cenó algo”, ya que se metió en el cuerpo una hamburguesa de 1 libra!!!!!!!! Casi medio kilo de carne!!!!!! Y toda la bebida que quieras, claro :P Lo nunca visto, increíble. Cansados, pero contentos con la primera tarde pasada en SF, volvemos al hotel a dormir.

Viernes 09 de septiembre
SAN FRANCISCO

Para desayunar, vamos al Lori’s Diner, una especie de Vips pero a la americana, todo decorado a los años 50 y con unos desayunos no aptos para cardiacos. Y naturalmente, como nosotros no somos cardiacos y sabemos que nos espera un día completo como turistas, peaaacho desayuno que nos metemos entre pecho y espalda: zumo de naranja, dos huevos revueltos, dos tortitas bien gordas, patatas, beicon y salchichas. Y Luis disfrutando de lo lindo con el típico “refill” de café que hemos visto tantas veces en las películas: viene la chatina y te va poniendo café siempre que se termina. Y otro tópico: la cuenta tenía una sonrisita y venía firmada por la camarera con la frase “no gratuity included”, es decir, que no incluía la propina y por ello lo había firmado y garabateado, etc… a soltar la pasta.

Como buenos turistas que somos, cogemos un pase diario de transporte y nos animamos a coger un trolebús (muchos autobuses modernos allí funcionan por electricidad) hasta Alamo Square, donde queremos ver la fila de casas victorianas conocidas como las “Painted Ladies”. Por cierto, ya que hablamos del transporte público, curiosidades del autobús: para solicitar parada tienes que tirar de una cuerdecilla que pasa horizontal por todo el autobús (las instrucciones para solicitar parada, además, están también en español, aunque dicen “jalee el cordón para pedir parada”… Un español muy latinoamericano, desde luego!), para bajarte del autobús tienes que bajar un escalón para que se abran las puertas y curiosa también la pegatina de “prohibido comer, beber, música”, sobre todo cuando se suben dos colgados colgadísimos (que ni pagaron billete), él con los dientes frontales metálicos, con las típicas pintas de hiphoperos, y con un lorazo impresionante (de esos de los años 80, por lo menos) con la música a tope, se sientan al final del trolebús y ale, música hip hop a tope pastilla. Suerte que está prohibido, jejejeje. Vamos, que como en las pelis (de hecho nos preguntábamos si el Ayuntamiento no pagaría a sus ciudadanos para que actuaran de forma que los turistas nos sintamos como en una peli…)

En fin, después de flipar con los colgados y su música, descubrir cómo solicitar parada y cómo bajarnos del trolebús, nos bajamos en la parada exacta, Alamo Square. Desde ahí, disfrutamos de la vista: 5 casas victorianas, todas de colores diferentes, con el downtown (el centro) al fondo. Muy bonito, sí señor. Y para que las veáis vosotros también, aquí las tenéis:

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Muy bonito, aunque los alrededores también eran dignos de ver, con casas victorianas muy bonitas, también. Animados con nuestro multipase, cogemos otro trolebús hasta una de las esquinas del Golden Gate Park. El parque, además de enorme, es precioso. Con muchas flores, muchos árboles, muchos caminitos… Aunque lo cierto es que fuimos con un objetivo muy claro: visitar el Japanese Tea Garden y tomarnos ahí el típico té verde con las también típicas galletas de la suerte chinas (que parece ser se crearon ahí, ¡toma ya!). El jardín japonés, con sus cascaditas, sus puentes, sus pagodas y sus puertas es una preciosidad y está muy bien cuidado, muy recomendable. De hecho, si te abstraes un poco de que estás en los USA y en San Francisco, casi parece estar en un cachito de Japón. Y el tecito y las galletitas es una buena excusa para sentarse a descansar y regalarse el paisaje. Por cierto, el papelito dentro de la galleta de la suerte de Luis y de Lau decía exactamente lo mismo: que los negocios nos irían bien. Jejejeje… Aquí tenéis a Luis en pleno jardín japonés. ¿A que si no os decimos que son los Estados Unidos, diríais que es Japón?

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Después de pasear y pasear por el parque (y ver, de casualidad, una mini pagoda china), cogimos otro autobús hasta la zona noroeste cocida como Lands End, un parque con museo y campo de golf (municipal!!!!) que da al mar, para ver unas hermosas vistas del puente Golden Gate. ¡Y vaya vistas! Precioso, precioso. La única pena es que el día está un poco nublado, y el puente no se ve en todo su esplendor, ya que hay incluso nubes que cubren la parta más alta de los dos pilares principales. Aquí una foto de la vista del Golden Gate desde el Lands End:

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Animados, andamos por la calle El Camino del Mar (tal cual el nombre, no es una traducción!), llena de casas increíblemente bonitas (y suponemos que caras y pijas) que consiguen que se nos caiga la baba de la envidia. Bueno, habíamos tenido mucha suerte con todos los autobuses y trolebuses que habíamos cogido, sin equivocarnos ni una sola vez… pero la suerte cambia. Desde Lands End, cogemos no uno, no… sino dos autobuses y a cual peor. Al final, a la tercera va la vencida, el trolebús número 30 nos recoge cerca de la zona y nos deja al lado del hotel. Ahí nos espera la segunda sorpresita de Air France: sólo ha llegado una maleta, la de Luis. Y como ya eran las 18h de la costa oeste y la oficina de Air France sigue el horario de la costa este, pues está en Florida, pues nada, está cerrado y no atiende nadie, así que hasta mañana nada de nada. Putadón. Pasar un día sin maleta es duro… pasar dos puede ser insoportable.

Para animar a Lau, que se ha pillado un disgusto del copón, decidimos dar un paseo antes de la cena para ver qué restaurantes encontramos… y finalmente entramos en un japonés que tiene un menú nocturno la mar de apetecible: nos comemos un bol enorme de ramen y un katsudon por un precio muy mínimo ($9.95 por persona). ¡Genial! En realidad, los menús para cena estaban todos por este precio y consistían en un donburi (de tamaño normalito) más un bol de ramen, udon o soba (de tamaño king-size, como todo en este país). Y de beber, un litro de cerveza japonesa! El disgusto de la maleta sigue ahí, pero con la panza llena todo se soporta mejor, jejejejeje…

Sábado 10 de septiembre
SAN FRANCISCO

Bueno, empezamos la mañana hablando con las chicas incompetentes del Baggage Service de Air France, total, para nada. La maleta está desaparecida, y ellas sólo ven que la maleta no entregada es la de Luis, y por mucho que Laura les explica la situación y les da toda la información posible, y aunque algo nos dice a los dos que la maleta tiene que estar en SF, ellas no saben no contestan. En fin, Lau se compra algo de ropa para cambiarse (que la camiseta ya andaba sola, casi, ^_^) e intenta olvidarse a ratos del tema. Para ello, nos vamos hacia Chinatown, ya que justo este fin de semana se celebra el Moon Festival, así que Chinatown está todavía más lleno de gente que de costumbre: vemos chicos tocando el tambor taiko, chicas tocando el shamisen chino, otros disfrazados de dragones, puestecitos por todas partes… Un ambientazo del copón, Chinatown en su máximo espendor:

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Y bueno, ya nos conocéis, andando andando por Chinatown llegamos a la Coit Tower, construida en 1934 en la cima del Telegraph Hill, con la forma de una boca de manguera de los bomberos. Para llegar tuvimos que subir por otra calle que, de empinada que era, tenía hasta escaleras. Subimos hasta arriba para ver unas magníficas vistas de la ciudad de San Francisco, con su bahía, sus puentes, sus edificios altos del Financial District, sus pendientes y cuestas… Maravilloso. Para bajar, cambiamos de camino ya que queremos ir hacia el puerto y nos encontramos con una calle que no tiene salida para los coches, porque está a un montón de metros del nivel del mar, y no hay ninguna carretera ahí, sólo unas escaleras empinadísimas que te bajan hasta la calle de al lado, que está varias decenas de metros más abajo… No me extraña que las llamen “Steep stairs” , o sea, empinadas. ^_^. Y como sabíamos que pensaríais que exagerábamos, aquí tenéis la prueba de lo empinadas que eran las jodidas, jejejee:

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Paseando tranquilamente (aunque nos temblaban un poco las piernas después de tanta escalera empinada de bajada de la Coit Tower), llegamos a la zona del Embarcadero y específicamente al Pier 39. Por cierto, que un hombre americano nos paró al ver a Luis con su cámara y estuvo hablando un buen rato con Luis sobre cámaras y demás cosas de fotografía, ya que él tenía otra parecida… Qué gracia. Eso es lo que tienen los americanos (al menos los de la costa oeste), son muy simpáticos y entablan conversación (tanto con turistas como entre ellos) muy fácilmente. El Pier 39 es un muelle moderno, lleno de restaurantes y tiendas… y allí comimos: trocitos de tiburón rebozados y hamburguesa, como no. ^_^. Paseamos por el muelle y finalmente vimos a la colonia de leones marinos que viven, en completa libertad, en el muelle. Por lo que leímos, después de un terremoto en otra parte del continente americano, los leones marinos empezaron a llegar al muelle… y allí se quedaron. Hay un montón, ¡montones de ellos! Y no veáis la escandalera que tenían montada, y lo divertido que era ver lo territoriales que eran con el espacio en las plataformas flotantes en las que descansaban, porque en cuanto uno quería subirse a una de estas plataformas, llegaba uno de los que ya estaba y empezaba como a morderle y a gritarle… Una pasada… Aquí los tenéis:

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Seguimos paseando, como no, y llegamos hasta la calle más famosa de San Francisco: Lombard St. Quizá por el nombre no os suene, pero qué tal si os decimos que es una calle (para coches y peatones) hecha en curvas para superar la pendiente? Seguro que la habéis visto por algún sitio, ya que ha salido en un montón de películas. En fin, la calle es graciosa, muy graciosa, con sus 10 curvas. Parece ser que originalmente la calle era como cualquier otra, recta, pero con una pendiente del 27% era demasiado empinada para los coches, así que en 1922 se construyeron las curvas. Alucinante. Para muestra, un botón, digoooo, una foto:

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Subimos las escaleritas hasta el comienzo de la calle (no nos quedaba ya aliento, pero ya que estábamos, no nos íbamos a quedar sin subir la calle!), para ver la perspectiva desde arriba, y desde ahí cogimos un tranvía de bajada a Fisherman’s Wharf (los de subida a Market/Powell iban demasiado llenos… ¡ni paraban!) y un bus directo al hotel. Descansamos un poco y ale, cargamos con el trípode y la cámara de Luis, cogemos un bus que nos lleva al extremo este del Presidio (un parque enorme delante del puente Golden Gate), en la calle Divisadero, para hacer fotos del Golden Gatede noche. La verdad es que estamos un poco acojonados, porque aunque son sólo las 8h de la tarde, está todo muy oscuro, muerto y silencioso. Pero la sesión de fotos merece la pena:

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Después de la sesión de fotos, cogemos el bus de vuelta y a dormir… ¡qué día!

Domingo 11 de septiembre
SAN FRANCISCO – LAS VEGAS

Hacemos el check out (de una de las maletas, la de Laura sigue perdida… y las chicas que la atienden telefónicamente siguen siendo unas incompetentes, ya que siguen sin darnos una explicación razonable, nos aseguran que la maleta en SF no está, y que han puesto mensajes a París pero que no les contestan, y con “tanta” información, se quedan más anchas que largas… queja decidida a Air France cuando volvamos, está claro) y vamos paseando hacia el Japantown. Vemos allí un pequeño centro comercial lleno de mil y una tiendas y restaurantes japoneses, que son como cualquier otro lugar de Japón…(los restaurantes con sus platos de plástico en el escaparate, una tienda de quimonos, una librería Kinokuniya, etc.) y una pagoda muy moderna, ^_^. Aquí Laura dentro del centro comercial, repleto de restaurantes:

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Antes de comer, Laura habla otra vez con Air France, pero esta vez le atiende un hombre que ha parecido mucho más interesado y competente que las niñas anteriores. No sabía nada, todavía, pero le ha dado muy buen rollo, y que añade, por primera vez, el nombre de Laura al expediente de la maleta de Luis. ¡Aleluyaaaaaaaaaaaa! Comemos en un restaurante japonés, como no, ya que estamos en Japantown y entre todos los restaurantes que hay (miles y miles) nos decidimos por un “floating sushi bar”, un kaitensushi pero en vez de tener una cinta transportadora, los platitos de sushi van encima de pequeños barquitos que avanzan por un canal con agua alrededor del restaurante. Ñaaaaam.

Para volver al hotel, cogemos un autobús y ahí nos encontramos con otra sorpresa by Air France: el buen rollo del que hablábamos no era imaginación nuestra, el chico de Air France había localizado la maleta de Laura… ¡en el aeropuerto de San Francisco! Nuestro primer feeling era acertado: la maleta había estado en las oficinas de Air France en San Francisco desde el viernes… ¡qué vergüenza! Y eso que una de las niñas incompetentes le aseguró a Laura que la maleta, seguro, seguro, seguro no estaba en SF. Yeah, right. En fin, mejor lo dejamos, que todavía escuece cuando lo pensamos. Nos vamos al aeropuerto, recogemos la maleta y seguidamente hacemos el check in para Las Vegas. Maletas abiertas (ni candados ni ostias, y anda que no molesta pensar que la van a abrir sin que tú estés presente… como jode eso) y un sello SSSS en la tarjeta de embarque que no sabíamos qué significaba (aunque después, nos hicimos unos expertos).

El sello SSSS significa “secondary screening” y básicamente es una inspección secundaria de seguridad. Y qué curioso que nos lo marcaran al hacer el check in… y qué curioso que no hubiera ningún americano en el SSSS, sólo extranjeros. En fin, aparte de pasar el equipaje de mano por la máquina, como siempre, nos hacen pasar a los dos por una máquina que te suelta unos soplos de aire que al parecer detecta si llevas algún virus o algo así (Medical Investigation total) y después nos invitan a sentarnos y un hombre se dispone a abrir nuestro equipaje de mano, sacarlo absolutamente todo e ir pasando un algodocillo por los enseres que después ponía dentro de una maquinilla que lo analizaba (CSI total). Eso sí, todos muy amables y nada prepotentes. Algo es algo (aunque Luis se puso cardiaco cuando abrieron la mochila de fotografía y empezó a sacar la cámara, los objetivos, el flash, etc.). Media hora después, nos dejan “libres” y embarcamos a Las Vegas.

Cuando llegamos al aeropuerto de Las Vegas nos damos cuenta de que esto es otro mundo: ¡hay máquinas tragaperras hasta en las salas de recogida de equipaje! (y gente jugando, claro!) Y luces, y música, y mucho ruido. We are in Vegas! Cogemos un shuttle bus hasta nuestro hotel, el Luxor, que quizá hayáis visto en las vistas generales de CSI Las Vegas: es una pirámide con una esfinge enorme, y un foco de xenon en la punta que es la luz más potente del mundo, y más de 4400 habitaciones. ¡Toma ya! Flipamos al entrar en el hotel, hay un montón de ventanillas para hacer el check in y por dentro la pirámide es como una colmena, increíble. Finalmente hacemos el check in y tenemos la alegría de tener que tomar un “inclinator” para llegar a ella: es como un ascensor (en inglés, “elevator”) pero como va inclinado siguiendo la arista de la pirámide, lo llaman “inclinator”. Y se nota, se nota que vas inclinado… mola. Y la habitación también mola, con las ventanas inclinadas también, siguiendo la línea de la pirámide, jejejeje. Bajamos al casino y jugamos un par de “quarters” (25 centavos) cada uno en unas tragaperras, para hacer la tontería, vaya ^_^ (y es que no volvimos a jugar más!). Aquí tenéis a Lau, probando suerte:

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Flipamos, eso sí, con el casino: cuántas máquinas, cuántas mesas… sí hasta hay máquinas tragaperras en la barra del bar! Hay que ser friki… En fin, para cenar nos decidimos por uno de los restaurantes del hotel, el Steakhouse. Caro carísimo es poco (60 euros por un vino del Napa Valley!), pero comimos de lujo. Y es que teníamos algo que celebrar: teníamos la maleta de Laura y estábamos de luna de miel, así que… nos dimos ese pequeño lujo.

Lunes 12 de septiembre
GRAND CANYON – LAS VEGAS

A las 7h de la mañana nos pasan a buscar para empezar nuestra excursión al Gran Cañón. Un bus nos lleva hasta un hangar del aeropuerto de Las Vegas y allí cogemos una avioneta de Scenic Airlines. Sí, sí… avion-eta… qué pequeñaaaaa! (20 plazas en total!)En fin, cogemos la avioneta y sobrevolamos Las Vegas en dirección al (mini) aeropuerto del Gran Cañón. Las vistas, impresionantes… y los golpes de viento, también… cómo se movía el trasto! Jajajaja. ¡Eso sí que es viajar en avión! Sientes cómo se mueve el aparato con cada carícia del viento… y como estás mucho más cerca del suelo que en un avión de los “normales”, lo sientes de otra forma. En fin, toda una experiencia.

Llegamos al aeropuerto del Gran Cañón alucinados ya con las vistas que hemos visto desde la avioneta y allí nos espera un helicóptero. Laura tiene suerte y la sientan delante, al lado del piloto, porque de los cuatro que vamos es la que pesa menos. El helicóptero nos baja, haciendo una vueltecita, hasta el río Colorado, por en medio del cañón. ¡Qué pasada! Bajamos del helicóptero y nos sentimos como hormiguitas dentro del cañón, un espectáculo increíble. Allí, cogemos una barquita que nos daría un paseo por el río Colorado y nos contarían algunas cosas interesantes de la flora y la fauna del lugar, así cómo de los orígenes geológicos de la zona. Aquí tenéis una vista general del Gran Cañón (por cierto, las fotos no le hacen justícia... ¡ese sitio impresionaba muchísimo!):

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Después de la barca, nos subimos otra vez al helicóptero y volvemos al aeropuerto del Gran Cañón. Ahí, nos espera un autobús que nos lleva al museo indio del Gran Cañón. Por si no lo sabíais, el Gran Cañón forma parte de una reserva india, así que los propietarios son los propios indios. Por ello, ahora están trabajando en un museo (está casi acabado, pero todavía faltan algunos detalles) y en una zona para ver el Gran Cañón que sobresaldrá de las paredes del mismo y que tendrá el suelo transparente, a 1300 metros de altura!!!! (abstenerse los que tienen vértigo, que lo abren a finales de este año!). En el museo, pudimos ver diferentes construcciones indias tradicionales, como los típicos “tipi” que increíblemente, a pesar de salir en todas las películas de indios, son una de las construcciones menos frecuentes. Ay, el cine… A continuación, disfrutamos de una comida en pleno Gran Cañón. ¡Qué vistas! Increíble… Eso sí que es un lujo, poder comer rodeado de esa maravilla de la naturaleza. Mirad, mirad:

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Y al acabar y pasear y escalar un poco por la zona, volvimos al aeropuerto a coger la avioneta y de vuelta a Las Vegas. Cansadísimos, pero muy contentos, porque la excursión desde luego mereció la pena. ¡Fantástica!

Después de descansar un poco en nuestro súper hotel de Las Vegas, decidimos coger el monorraíl hasta el Hotel Hilton, donde se encuentra el Star Trek – The Experience. Sí, sí, señores… el Hotel Hilton tiene una zona enoooorme dedicada a las series de Star Trek (para más info http://www.startrekexp.com). Y naturalmente, para un trekkie como Luis, eso era visita obligada en Las Vegas. En Madrid, en uno de los contenidos extras de la primera temporada de la serie trekkie Voyager, ya habíamos visto de qué se trataba todo el montaje, y tenía buena pinta… Además del bar de Quark (un ferengi que tenía su propio bar/restaurante en el Deep Space 9 y que está montado tal cual aquí), hay tiendas con todo tipo de merchandising (¡hasta cervezas romulanas!), trabajadores disfrazados (vimos a un ferengi y a una klingon que tenía muy buen culete, según Luis, y con la que se hizo una foto, para despedirse luego con un “Qapla!”, ^_^) y una copia a tamaño real del puente de la Enterprise, que se puede visitar (pasando por caja, naturalmente) y que forma parte de una atracción de simulación y realidad virtual. Nosotros, decidimos dejar la visita de la atracción para otro momento y dedicarnos a las tiendas y a descansar y tomar algo en el bar de Quark. Aquí tenéis a Luis con la klingon:

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Después de comprar llaveros, insignias, camisetas y la súper famosa cerveza romulana, nos sentamos en la barra del bar de Quark y nos tomamos un cóctel Warp Core Breach (¡salía humo del jodío, que encima era verde! ¡Qué divertido!) y para picar unos Holy Rings of Betazed (aritos de cebolla, vaya, pero qué presentación). Allí, Luis entabló conversación con dos friqui-trekkies más: una chica canadiense que había venido a celebrar su mayoría de edad (21 cumpleaños) en Las Vegas y era la friki más friki de todas las frikis habidas y por haber (pero muy simpática y maja, la chica, todo hay que decirlo) y un hombre mayor y algo pedante que se empeñó a invitarnos a todos a otro cóctel más (sí, también salía humo de este, pero el líquido ya no era verde, sino azul :P), el James Tea Kirk . Y ale, imaginad a tres friki-trekkies hablando de Star Trek (¿cuál es la serie que te gusta más? ¿Y la que menos?) en el bar de Quark tomando cócteles que parecían de otra galaxia. Muy divertido. Aunque hay que decir que la conversación pronto cambió de tema, y acabó versando sobre turismo, idiomas, política, etc. Aquí tenéis a Luis (aunque se ven detrás los dos friki-trekkies) tomando uno de los cócteles en el bar de Quark:

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Un poco borrachillos (no sólo tenía humo el cóctel, iba cargadito… ) andamos hasta el hotel y casino Sahara y desde ahí cogemos un bus que nos llevará al “downtown” de Las Vegas, donde se encuentra una de las calles más conocidas de los Estados Unidos: Fremont St. ¿Y por qué es conocida esta calle? Conocida como “Fremont Street Experience”, la calle esta cubierta por más de dos millones de bombillitas y unos 540.000 vatios de sonido. Por la noche, se apagan todas las luces de los casinos de alrededor y empieza un espectáculo de luz y color que cubre toda la calle. ¡Fantástico!

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De vuelta al hotel, damos un pequeño paseo por el Strip (la calle donde están todos los hoteles-casino) de noche (luces y más luces y más luces y más luces) y a dormir.Aquí tenéis una vista muy general:

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Martes 13 de septiembre
LAS VEGAS – LOS ANGELES

Después de hacer el check out, decidimos aprovechar que tenemos entradas gratis para ver uno de los highlights de nuestro hotel, el Luxor: la réplica de la tumba de Tutankamon. A continuación, decidimos andar por todo el Strip, viendo los diferentes hoteles y casinos temáticos. Empezamos por el final, el Mandalay Bay y seguimos por el Excalibur (al estilo medieval, tiene un castillo que se parece al de la Disney), el New York New York (que tiene la misma forma que el skyline neoyorquino, y hasta un montaña rusa), el Bellagio (conocidisimo por salir en la peli del Clooney Ocean’s Eleven) y de lo más pijo que hay, el Caesar’s Palace (estilo romano a tope, super famoso por sus combates de boxeo), el Mirage (donde tienen a unos leoncillos como parte de la decoración… ¡vivos!), el Venetian (estilo veneciano total, ¡hasta hay gondoleros y una replica de parte de la Plaza de San Marcos!), etc. En fin, que el Strip es otro mundo, una pasada… ¡parece un parque temático!

Por la tarde, recogemos las maletas y nos vamos al aeropuerto, aunque con un sabor agridulce: no hemos visto a Grissom :D …¡a Los Angeles que nos vamos! En el aeropuerto, de nuevo, nos hacen otra vez el “secondary screening”. Entre unas cosas y otras, llegamos por la noche al Beverly Hilton, en pleno barrio de Beverly Hills, pero decidimos quedarnos en la habitación y aprovechar sus lujos (pantalla de plasma de46 pulgadas, entre otras cosas) y así descansar un poco.

Miércoles 14 de septiembre
LOS ANGELES

¡Estamos en Beverly Hills! Andamos un poco por Santa Monica Boulevard hasta encontrar una cafetería donde desayunar (el Starbucks estaba a tope de gente… ¡había hasta cola en la calle!) y parece que tenemos buen gusto porque en la misma cafetería, de estilo francés y con todos los productos orgánicos, ¿sabéis a quién nos encontramos? A la actriz Jamie Lee Curtis. ¡Wow, that’s LA! Seguimos andando por Santa Monica Blvd y llegamos a la famosísima calle de Rodeo Drive, toda llena de tiendas súper mega pijas de la muerte. Aquí una fotito:

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Desde allí, cogemos un autobús (llamado Metro Express, que para menos que los normales y por tanto va más rápido y luego el metro hasta llegar a Hollywood Boulevard, desde donde vemos el típico cartel de Hollywood (¡cuántas veces lo habremos visto por la tele!). Vemos el Mann’s Chinese Theatre y las manos de actores y actrices famosos en el suelo y damos una vuelta por el Walk of Fame, con miles y miles de estrellitas en el suelo con los nombres de personajes famosos. Aquí tenéis a Luis, delante del Teatro Mann's, con las firmas de los actores y actrices de la serie original de Star Trek (¡como no!):

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Después de esta vueltecita por Hollywood, cogemos un bus y vamos a los cercanos Paramount Studios (los únicos que quedan todavía en Hollywood), que es donde se rodaban, precisamente, las series de Star Trek. No tenemos tiempo para una visita guiada como dios manda, así que simplemente echamos un vistacillo y ya.

Decidimos ir a comer por la playa de Santa Monica, ya que así además vemos esa zona que también tantas veces hemos visto en películas, así que cogemos un bus y casi una hora más tarde (¡tarda añooooos en bajar por Santa Monica Blvd, lentísimo, pero claro, este no era express) llegamos al 3rd Street Promenade, una calle cortada el tráfico y llena de restaurantes y tiendas. Ahí comemos y después damos un paseo por la zona de Santa Monica, para ver la playa (¡y las típicas casetas de los vigilantes de la playa!) y los miles y miles y miles de homeless que habitan por la zona… más que el “sueño americano” nos dio la impresión de la “pesadilla americana”. Aprovechando que hacía un día bonito, damos un paseo por el muelle de Santa Monica, con algunas tiendecitas, atracciones y pescadores… pero poco más que ver, la verdad, y además, el agua tenía un color marroncillo bastante feote, sinceramente. Creo que Luis esperaba captar en su cámara a alguna vigilante de la playa, pero no hubo suerte, ^_^:

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A pesar de que nos da miedo pasarnos media vida en el transporte público de LA, decidimos coger un bus e irnos al llamado “downtown” (en inglés americano, el “centro de la ciudad”) que es donde se encuentra la estación de Union Station y un parque histórico llamado El Pueblo de Los Angeles, que es el lugar en el que se originó lo que hoy en día es la mastodóntica Los Angeles. Después de casi dos horas chupando autobús como unos tontos (¡odiamos LA!), llegamos a la famosa Union Station, que data de 1939 y parece de estilo colonial. El Pueblo de Los Angeles es un parque histórico que conmemora la fundación de la ciudad y preserva muchos edificios antiguos de la época. Damos un paseo por Olivera St, lleno de tiendecitas mexicanas y poco más, la verdad. Un poco decepcionados, volvemos a Bevery Hills para hacernos la típica foto con el famoso cartelito de la zona. Y para demostrar que estuvimos buscando a Brandon y Brenda de "Sensación de vivir" (¡estábamos en el mismo código postal! 90210), aquí tenéis una foto:

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Y ale, volvemos al hotel (que estaba al lado del famoso cartelito de Beverly Hills), cogemos un taxi y nos vamos al aeropuerto, que a las 00:30 horas sale nuestro avión .Destino: la Polinesia Francesa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Continuará...
Lau y Luis